sábado, 29 de diciembre de 2012

EL BÚCARO



Con el amor que lo tenía

mil pedazos se había hecho

con esfuerzo, sus trozos reunió

más ¿cómo arreglarlo?

Lo haría gustosa pero y  el resultado

a la vista nuevo parecería  pero...

si de agua lo llenaba

veloz y rauda por los añadidos escapaba

en él ya no podría colocar sus flores

entonces ¿para qué le serviría?

lo comparó con su amor

un amor que su pecho desgarraba

ese amor que con el tiempo se marchitaba

y lo mismo que las flores sin su alimento

ya no servían para nada

 

PILAR MORENO – 13-12-2012

 

 

domingo, 2 de diciembre de 2012

SIN SALIDA




El anciano Críspulo deambulaba por las calles de su ciudad arrastrando los pies en inapreciables pasos, sucio, maloliente, con barba desde no se acordaba cuando. Se encontraba como somnoliento y abatido, no sabía bien porque había llegado a esa situación. Tenía familia que lo quería, no le faltaba dinero en el bolsillo, era un jubilado como tantos y tantos otros en la gran urbe, pero una melancolía inmensa le hacía parecer el más mísero de los mendigos.
Como cada día hacia el mismo recorrido por las mismas calles, los mismos comercios, las mismas luces, solo había un lugar por el cual pasaba a diario pero por el que nunca se atrevía a entrar. Lo miraba desde lejos le intrigaba le ponía nervioso, pero daba media vuelta y lo dejaba para otro día. Había algo en aquel sitio que le espeluznaba pues realmente nunca había nadie allí.
Un día por fin decidió dejar todos sus temores a un lado y pensó para sí.-Hoy es el día definitivo-, de hoy no pasa sin que yo entre en ese callejón sin salida. ¿Qué habrá ahí dentro que me intriga tanto si nada se oye de él.
Armándose de valor logró cruzar la calle y aunque le temblaban las piernas, decidió adentrarse en la oscuridad de aquel lugar. No se veía nada. No parecía que aquello tuviese final, andaba despacio como era su costumbre, hasta que de pronto, escuchó un susurro, algo que más bien le pareció el gemido de alguien a quién algo le pasase. Apretó el paso sin darse cuenta y al cabo de unos minutos, tropezó con algo que le hizo volver a la realidad.
En el suelo junto a sus pies había un bulto del cual salían unos débiles gemidos sin apenas ver lo que allí se encontraba, preguntó con voz temblorosa ¿Quién anda ahí?. Una frágil voz respondió con angustia.
-Por favor, ayuda.
Críspulo tanteo con sus manos hasta dar con el bulto, seguía sin ver nada debido a la oscuridad existente.
-Por favor, ayúdeme. Volvió a susurrar con angustia
Era una voz candorosa, dulce, pero muy asustada.
Dime ¿qué es lo que te ha pasado?, ¿cómo te encuentras tu sola en este inhóspito lugar?.
A Críspulo le reverberaban las sienes con esa agonía y angustia de una persona que está en peligro
-Verá señor, hace ya mucho rato, no sabría decirle cuanto, salí de mi casa para hacer unos recados, tenía prisa y me adentré en el callejón, entonces fue cuando unos chicos a los que no conocía, me siguieron, se rieron de mí, me ataron a la alambrada quitándome la ropa, yo no sabía lo que querían, me tiraron al suelo, solo sé que se echaron encima de mí y sentí un inmenso dolor de barriga. Cuando se fueron, solo pude tocarme donde tanto me dolía y me di cuenta de que estaba sangrando. Su voz se apagaba lentamente mientras la sangre le corría por entre las piernas.
Críspulo la tomó en sus brazos y comenzó a salir del callejón... No había terminado el camino cuando sintió un suspiro entrecortado de la niña que pedía ver a su mamá y dejó de respirar. Los pasos de Críspulo eran lentos y arrastraban su vida en una melancolía amarga.

Pilar Moreno 30 Octubre 2012


LA CASA


 
Nacida en casa noble con oropeles y blasones, arropada desde la cuna con las mejores sedas, se había criado en un ambiente familiar y a la vez refinado. Fue educada en colegios de renombre con excelentes notas. Los estudios superiores los había realizado en Oxford y las calificaciones fueron magnificas, dignas de mención y alabanza por toda su familia, con lo cual podría llegar donde quisiera además de su apellido.
Keka como era conocida en su entorno, al regresar a España se tomó un tiempo para descansar en su país y a la espera de algún trabajo el cual debía de ser más por devoción que por obligación pues realmente el dinero no le resultaba necesario. Salía a diario con sus amigos y amigas, se divertía todo cuanto podía. Presumía de ser quien era y por ello tenía acceso a todos los saraos y fiestas de la gran ciudad. Un día unos de sus amigos le  presentaron a María, una chica muy divertida, se hicieron muy buenas amigas y por largo tiempo fueron inseparables compañeras de viaje, lo pasaban muy bien y con ella se convirtió en otra persona.
En la amplia mansión familiar había un tremendo sótano donde se guardaban todos los muebles y enseres que iban siendo renovados. Allí un día como pudo abrió un hueco en la pared a través del cual fue metiendo algunos trastos insignificantes para poder subsistir y no morir de frio en invierno y poder soportar las altas temperaturas del verano. Dicho hueco, lo tapaba con unos muebles para que nadie pudiese sospechar lo que allí detrás había. Nunca hubiese podido pensar que aquel lugar que cuando era pequeña le daba tanto miedo entrar, se convertiría en su casa. Su mala cabeza le había hecho llegar hasta allí. Cuando nadie la veía, ni tan siquiera los criados más fieles, salía de su escondite para hacer sus necesidades, asearse y robar algo de comida para ir tirando. Los únicos seres vivos con los que convivía eran las ratas del lugar.
Keka, no era capaz de presentarse ante nadie, su familia hacía tiempo que la había dado por desaparecida y nadie podía sospechar en las condiciones que se encontraba teniéndola tan cerca.  Y es que María se había comido todo el dinero que a sus padres y hermanos les pudo sacar; por eso cuando vio su gran deterioro, quiso volver a estar cerca de los suyos aunque ellos no lo supiesen y es que ese agujero sería su único cobijo hasta el fin de sus días que no estaba lejano.
Pilar Moreno

LA CHESLÓN



En el madrileño Barrio de Salamanca, en un palacete del siglo XVIII, vivía Flora con su tía Carolita, Carmelilla y el resto del servicio. Carolita, era la hermana más pequeña de mamá que de pequeña le había atacado una poliomielitis, dejándola muy tocada en todo su cuerpo. Con el tiempo, Carolita fue deteriorándose  y no pudiéndose mover de sus aposentos, fue necesario poner a su servicio una persona que la cuidase día y noche pues no podía hacer nada por ella misma. Carmelilla que así llamaban a la muchacha, era de origen sevillano y era un autentico ángel para con tía Carolita, al menos con su deje andaluz y sus chascarrillos, alegraban un poco más el ocaso de la anciana.
Flora recostada en la cheslón del salón azul, leía ávidamente un libro que había tomado de la biblioteca del palacete. Era un libro de aventuras que había leído y releído en multitud de ocasiones, pero cuantas más veces lo hacía, más interesante le parecía, es como si las historias cambiasen de una vez a otra. Eran tan reales que hasta cuando contaban que en las caballerizas estaban alimentando a los caballos, ella parecía percibir el olor del heno.  Llevaba muchas horas enfrascada en su lectura; de pronto pareció percibir como si una sombra pasase por detrás de ella sin hacer ruido, no le dio la mayor importancia. Al cabo de un rato, se sobrecogió creyendo que de detrás de las cortinas rojas de aquellas tremendas balconadas, había salido alguien. Se puso en pie y fue a dar una vuelta por el despacho, el comedor y otros habitáculos que había a su alrededor. No vio nada por lo que se volvió a recostar en la cheslón, siguió devorando el libro; pasados unos minutos volvió a sentir aquella extraña presencia, se quitó las lentes y reposando el libro sobre su regazo, decidió esperar para ver qué pasaba y después de haberse restregado bien los ojos pues aquello podía ser fruto de su imaginación y su cansancio.
No se hizo esperar por mucho tiempo, esta vez con toda claridad salió de detrás de los cortinajes una sombra negra sin definir que avanzaba lentamente por el pasillo y como en un susurro iba diciendo “se está acercando la hora”. Flora se quedó inmóvil, con la sangre helada en sus venas, no daba crédito a lo que de veras estaba sucediendo, incluso seguía pensando que podía ser efecto de las historias de aquel libro. La sombra volvió a salir por la balconada y ella no era capaz de incorporarse de su lugar pues estaba aterrada. En esta ocasión, la sombra avanzó mucho más deprisa y susurrando más inteligiblemente, “la hora ha llegado”. La vio volver a salir y no podía ni moverse, estaba a punto de sufrir un colapso.
De pronto unos gritos aterradores, llegaban desde el pasillo que conducía a los dormitorios; Era Carmelilla, pedía a gritos que la auxiliasen pues tía Carolita, se había caído de la cama y estaba muerta.

Pilar Moreno

LA PRIMERA VEZ



Cuando entré en aquella habitación y me senté delante de él, me quedé atónita casi paralizada. ¡Era más hermoso de lo que yo había soñado! No podía dejar de mirarlo. Aparentemente era fuerte, tenía buen porte y parecía tan suave....De pronto sentí ganas de tocarle, acariciarle, posar mis manos sobre él. Pero; ¿Quién era yo para hacerlo? Él sin embargo, aún sin palabras me estaba pidiendo que lo hiciese cuanto antes. ¡Oh Dios! que miedo me daba, ¿sabría yo hacerlo adecuadamente? Era muy posible que él me ayudase pero...
Me abalancé sobre él con un anhelo que rayaba casi en la lujuria. Lo acaricié primero despacio, luego fui subiendo el ritmo según lo que me dictaban mis impulsos. Por fin comprobé que todo había salido mejor de lo que yo había pensado. Se me habían pasado todos los nervios y ya mucho más tranquila, pude examinarlo bien que había quedado mi primera carta en el ordenador.

Pilar Moreno




NOCHE DE VERANO



En el cénit de la noche, paseando por la rectangular plaza, la cual hallábase desierta, parecía más un fantasma que una débil persona apesadumbrada por los muchos problemas que sobre mis hombros acarreaba.
Todos los balcones de las altas casas abiertos por el calor, parecía que me espiaban, como si supiesen el miedo que me daban los vacios bancos de piedra y las alargadas sombras que desprendían las acacias y los evónimos que rodeaban la plaza. Yo sólo con mis pensamientos mirando la iluminada esfera del reloj, esperando ansioso que pronto sus agujas a la una llegaran, para ver si mis deseos de una vez se ejecutaran y por alguna esquina de aquel rectángulo, mi amada asomara.
Una hermosa noche de verano, noche de luna clara que con ansias e ilusiones la rectangular plaza bordeaba, vueltas y más vueltas pero, ella no llegaba.  Esperaba con anhelo mis cuitas yo contarla, cobijarla entre mis brazos y con fuerza abrazarla pero, nunca llegó por más que yo esperaba.
Volví tras mis pasos, las estrechas calles paseadas y cuantos más pasos daba mi alma más se desolaba, sabía que al no haber acudido ya nunca más podría besarla. Entonces mi sombra vi  y yo solo sentí que más que hombre, era fantasma.

Noviembre 2011 – Pilar Moreno