Cuando Marisa abre la puerta de su casa, entra como un vendaval, suelta
el abrigo y el bolso sobre el sofá y se va derecha a su habitación. Se sienta
en la cama y con la cara entre las manos se pregunta ¿qué es lo que he hecho?
¿Cómo ha podido suceder? Pasa largo rato en la misma situación dándole vueltas
a la cabeza. Se pregunta una y otra vez lo mismo. Pasado largo rato, se levanta
de un brinco y decide acostarse, no tiene ganas de cenar, solo va al
frigorífico y toma un vaso de leche. Tiene una angustia que la invade el pecho,
una opresión horrible que solo le permite dar vueltas y más vueltas en la cama,
de pronto rompe a llorar desconsoladamente mientras se sigue haciendo la misma
pregunta ¿qué es lo que he hecho?.
La noche va avanzando y Marisa no consigue quedarse dormida, los ojos los
tiene tan hinchados de llorar que casi no puede abrirlos .Cuando a las seis y
media tocó el despertador, lo apagó con furia. ¿Cómo me voy a presentar así en
la oficina?, de ninguna manera. Siguió acostada pero el sueño seguía sin
aparecer. A las ocho en punto descolgó el teléfono y marcó el número de
Cristina, la chica de recepción.
-Departamento de finanzas de Marcos, S.A. dígame-
Cristina, soy Marisa, por favor pásele una nota al Sr. Rodríguez
comunicándole que estoy enferma y no voy a asistir hoy a trabajar.
-No se preocupe, yo se lo comunico, si necesita algo por favor con gusto
le ayudaría-
No, no es necesario, muchas gracias, puedo apañarme sola.
Colgó sin más el auricular y siguió en la cama, no tenía ganas de nada.
Se seguía haciendo las mismas preguntas. Por un lado tenía mucha pena de lo
sucedido, pero por otro no se arrepentía, lo volvería a hacer si llegase la
ocasión. Realmente hacía tiempo que lo deseaba pero al llegar el momento le
había sorprendido tanto. Solo ella había imaginado cómo podría ser la
situación, sin embargo fue maravilloso, mucho más de lo que ella había soñado.
De pronto sonó el teléfono, lo miró con desprecio y sin saber qué hacer,
por fin se decidió a descolgar.
¿Quién es?
Marisa soy yo Marta, te he llamado
a la oficina y me han dicho que estabas enferma ¿Que te ocurre?
Nada tengo una tremenda jaqueca desde ayer y he decidido quedarme en
casa.
Su voz temblaba, era como si estuviese tiritando.
Marisa, dijo Marta, necesitas algo te veo como con frio.
No, gracias no necesito nada, simplemente que se me pase este dolor de cabeza
y es posible que me esté resfriando, pero con estarme quieta en la cama se me
pasará.
Bueno un besito hermana y que te mejores.
Cuando colgó por fin el teléfono, temblaba mucho más, su hermana Marta,
su querida hermana Marta, siempre tan atenta y tan servicial, que buena era se
preocupaba por todo y al saber que ella estaba sola, todos los días sin falta
la llamaba al trabajo para saber cómo se encontraba. Desde la muerte de su
madre, ella había cogido el relevo y al ser la mayor de las hermanas y se
desvivía por lo que a Marisa le pudiese ocurrir.
A eso de las once de la mañana tocó el timbre de la puerta. Marisa
sorprendida, salió a descolgar el tele portero. ¿Quién es?
Marisa abre, soy David. Vengo a verte.
Al abrir la puerta, Marisa le preguntó ¿A qué vienes?, he hablado con
Marta y me ha dicho que estabas enferma y no he podido resistir la tentación de
venir a ver que te pasaba.
No debías haberlo hecho, estoy bien, solo tengo jaqueca y un poco de
enfriamiento.
Si, tú crees que me voy a creer lo que me estás diciendo. No me hagas
reír, a mi no me vas a engañar. Anoche estabas perfectamente o es que ya no te
acuerdas.
David, debes marcharte, esto es una situación insostenible. Marta no se
merece lo que anoche pasó. Yo me muero de pensar en el engaño que le hicimos a
mi hermana.
Mira Marisa, esto que anoche pasó, lo venimos deseando hace mucho tiempo
los dos, o es que piensas que no se qué estás enamorada de mi como yo de ti
desde hace años. Tu no llegas a tener una relación estable con ningún hombre
pues es en mi en quien estás pensando y por mi parte ¡oh Dios!, se que tu
hermana es una maravillosa mujer, que es buena como ninguna, que no la merezco
pero, es a ti a quien quiero se puede decir que desde que te conocí.
Entonces ¿porque te casaste con ella?, deberías haberlo pensado antes de
hacerlo, ahora ya es tarde.
Pero... es que yo te quiero a ti y me casé con ella simplemente por estar
embarazada. No la podía dejar tirada, pero no soy feliz yo no dejo de pensar en
ti día y noche, y lo de anoche fue la confirmación de lo que los dos queremos.
Marisa se echó a llorar nuevamente, David la cogió entre sus brazos y la
estrechó con todas sus fuerzas.
Amor mío no llores, se me parte el alma de verte en esta situación. A
partir de ahora, lo único que cabe es disimular y aparentar que nunca ha habido
nada entre nosotros pero... yo no voy a renunciar a tener nuestros encuentros,
a poseerte cada vez que pueda, es la única ilusión que tengo en la vida.
No digas esas cosas que todavía me siento más culpable. Yo la hermana
pequeña, la que nunca había tenido ningún problema, la que tenía siempre una
actitud intachable, ahora va y se lía con el marido de su hermana mayor. Por
favor vete y no vuelvas, esto no puede continuar así.
David la volvió a estrechar contra su pecho y muy despacito la fue
conduciendo hasta el dormitorio en el cual tumbándola sobre la cama, la volvió
a hacer el amor apasionadamente.
PILAR MORENO 3-1-2013