miércoles, 4 de septiembre de 2013

A MI MADRE

En una larga tarde del mes de Julio, cuando el tiempo pasa sin darte cuenta mientras haces tus reflexiones, comienzo a pensar en ti, me parece mentira que haga casi nueve años que dejaste este mundo para ir ¿Quién sabe dónde?. Donde quiera que estés habrás dado cuenta (según nos han enseñado en nuestra religión), de los actos de tu vida. Yo no soy quién para juzgarlos, pero si siento una gran pena de no poder añorarte como creo que se añora a una madre. Te consideraste una persona desgraciada, como tú siempre andabas diciendo pero no, yo no creo que fueras desgraciada, simplemente tú y tu forma de ser te hizo desgraciada como también se lo hicieron a los que te rodearon. Tu infancia siendo la segunda de tres hermanas, fue una infancia feliz, hicistes viajes con tu padre incluso fuera de la península, cosa que en aquella época no era normal. Pero según contaba la abuela, la hacías pasar las noches en vela porque tú no podías dormir incluso, despertabas a tus hermanas porque te daba rabia de que ellas durmiesen y tú no. Desde entonces te gustaba de llamar la atención, tenías que ser el centro de todos los de alrededor. En la adolescencia llegó la guerra civil y también te trastocó, después de terminar la misma, muere tu hermana pequeña y al poco tiempo tu padre, muy tristes acontecimientos que realmente marcan a una persona pero por el contrario cuando esos hechos ocurren ya eres la novia de mi padre con el cual te casas. Consigues tener a tu lado un hombre maravilloso, cariñoso, trabajador hasta la saciedad y al cual tú no eres capaz de intentar hacer feliz. Tú voluntad siempre era lo primero, después de dos años de tu boda, me tienes a mí que según decías fui muy deseada, ahora que soy madre y abuela, dudo mucho de que fuese así. Cuando yo tenía un año caíste enferma y estuviste postrada en la cama durante tres años. Fui criada por mi abuela y mi tía, es decir tu hermana mayor, ésta desgraciadamente fallece tras una operación y entonces es cuando tú levantas cabeza. A partir de entonces, buscas escusas para ser el centro de atención y dar pena, cosa que no he podido entender nunca, y le colocas a mi padre una querida que yo dudo de que existiese pero si fue así, no hubiese sido extraño y hasta lo hubiese justificado, pues vivir a tu lado no era nada fácil. Solo se te pasa esa histeria cuando, mi abuela cae enferma, yo entonces contaba con 10 años, había que llevarla a poner la bomba de cobalto, que era lo que entonces se aplicaba para el cáncer, y había que hacerlo diariamente, pues bien, cuando no tenías que lavar tenias que hacer otra cosa y salvo que estuviese en el colegio era yo la que la acompañaba. La abuela muere al cabo de cuatro años y yo ya me he puesto a trabajar, aquí comienzan otros problemas pero a partir de ahora conmigo. Una chica joven como yo era tenía ilusiones, ganas de vivir, conocer y comerse el mundo, pero eso no era posible estando tú de por medio. Si veías que iba a salir con mis amigas había lio y castigo, incluso cuando iba a alguna reunión con chicos y chicas de mi edad, hacías que fuese mi padre a explorar la casa donde se celebraba y a preguntar si estaban los padres, si no, no me podría quedar. Que ridícula me sentía. Cuando comencé a salir con el primer noviete que tuve, lo convertiste en un infierno y realmente sin tu intervención, me hubiese durado bastante menos de lo que duró, pero solo por llevarte la contraria y darte en las narices aún sin gustarme seguía saliendo con él. Cuando me llegó la hora de salir con el hombre con quien me iba a casar, ahí fue ya el colofón de hacerme la vida imposible, yo no tenía ninguna prisa por casarme pero debido a las circunstancias que tú producías, aceleramos la boda. Lo que debiste hablar de mí y de mi marido, es mejor no pensarlo. Nadie podría creerse que quince días antes de la boda me diste una paliza que te quedaste con un manojo de pelos en tus manos. ¿Qué boda más amarga me hiciste tener? Fuiste capaz de maldecirme y desearme que los hijos que tuviese me saliesen tontos. Si, con estas palabras. Después de casada, me negaste la palabra y cuando estaba embarazada de mi hijo mayor, tuve que llamarte y pedirte que me recibieses, pues iba a ser madre y no quería que te enterases por otras personas que no fuese yo. El día que di a luz, mi marido te llamó y antes de ir a verme, te fuiste a la peluquería para que todo el mundo te viese guapa. Después de haber nacido el niño cuantas vergüenzas me hiciste pasar cuando te presentabas en el portal de mi casa para verle y no subías para que todo el mundo nos viese allí. No voy a relatar cuando nació el segundo que todavía fue más gordo, en fin tantas y tantas cosas que a la mente me vienen que podría escribir una novela mucho más intrigante que las que ponen en la tele. Mis hijos no podían ir a tú casa pues manchaban y ponían trastos por medio, de hecho el mayor a lo largo de los años que viviste en tu casa hasta que te fuiste a la residencia, es posible que fuese cuatro o cinco veces no más, la última fue un día de Reyes que fuimos a recoger los regalos que le habían dejado en tu casa y como ya se había usado el comedor, no consentiste que tú nieto, el único hasta ese momento, pasase al cuarto de estar que es donde tenías el televisor para verlo en color, pues los demás todavía lo teníamos en blanco y negro. No volví a llevarlo y por lo cual el pequeño no llegó a conocer la casa de sus abuelos maternos. Pasados los años, cuando mi padre murió, dejándonos a todos sumidos en una gran tristeza por lo brusco del suceso y sin que nadie lo esperase, llegaste a decir durante una comida en mi casa, delante de mi marido y mis hijos, que ojalá hubiese sido yo la que me hubiese muerto. Incluso llegaste a decir que yo era la culpable de que hubieses caído enferma hacía tantos años. Mis hijos entonces contaban con 10 14 años, causa por la cual se dieron cuenta de todo y a partir de entonces, perdiste todo su cariño como nietos y simplemente te soportaban por las charlas que su padre y yo les dábamos, pero en realidad cuando llegaba la hora de que estuvieses con nosotros unos días de vacaciones, pera ellos y en realidad casi para todos era un infierno. Por lo tanto en mis reflexiones solo pienso en lo feliz que podías haber sido y haber hecho que fuésemos los demás. No puedo entenderte aún después de tantos años, para mí que lo mejor que tengo son mis hijos y mis nietos, que cuando llegan a casa salgo corriendo a buscarlos, que no me importa si manchan o limpian, solo me importa que son unas maravillosas criaturas que cuando están a mi lado, no siento dolor alguno, que no tengo penas, que no estoy cansada, aunque cuando se vayan no pueda con mi cuerpo, que los baño, los duermo, los doy de comer y todo lo que haga falta y que realmente es cuando más feliz estoy, que sueño con ellos, que deseo que pasen los días y las horas volando para volver a tenerlos. Solo con oírles decir mamá a mis hijos aunque muchas veces sea para regañarme por dar los caprichos a sus hijos y mal criarlos. A los niños decir abuelita o abela pues cada uno en su edad lo dice a su manera, me suena a cantico de ángeles, que palabra tan bonita, abuela o abuelita. Me siento tan feliz cuando los tengo, son tan míos, los llevo tan dentro de mí, que sólo pido al cielo que me los conserve con mucha salud y pueda ir viéndolos crecer y ser felices. Me gustaría que el día que yo tenga que partir, me recuerden con cariño y amor y puedan decir, está fue nuestra madre y nuestra abuela, que trató de darnos todo el amor del mundo, con todos sus defectos, pesada, besucona y todo lo que puedan decir, pero ser recordada como una verdadera madre. No quiero que ni por un momento puedan tener la pena tan grande y tan honda que tengo yo, de no haber podido decir nunca “madre” con entusiasmo, con alegría, con orgullo y de no poder haberte llorado en tu partida y ahora en los años que han pasado no sentir esa falta que en lo más profundo de mi alma creo debe sentirse ante la ausencia eterna de una “VERDADERA MADRE”. Una tarde de Julio de 2011 Mª del Pilar Moreno .