martes, 27 de enero de 2015

TACÓN DE AGUJA

La moda, como bien decía mi abuela, era un saco con el fondo abierto, estaba colocado en un rincón y en el iban metiendo los diseñadores todo lo que ellos decían que ya había pasado. Cuando el saco estaba lleno a rebosar, le daban la vuelta y comenzaban a sacar del mismo las cosas que hacía muchas décadas habían hecho furor. Bien pues con los tacones de aguja ha pasado lo mismo, hace cinco décadas que yo, sí, yo misma utilizaba ese tipo de calzado, para mi persona unos zapatos de doce centímetros de altura, era una cosa de lo más normal. No recuerdo exactamente la edad que tenía, pero andaba entre los diecisiete o dieciocho años, un día me permití el lujo, de pedir a mi jefe permiso para ir a postular a favor de la lucha contra el cáncer. Era una persona muy rígida y no solía conceder favores a las primeras de cambio, pero por otro lado era muy católico y siempre estaba haciendo obras de caridad, era muy frecuente ver a personas subir a pedir limosna a su despacho y nadie salía con las manos vacías. Obtuve ese permiso sin ningún problema. Llegó la mañana de la cuestación y me preparé para salir a postular. Me había comprado un vestido azul marino de piqué con flores blancas y ribetes del mismo color, y a juego unos zapatos de la altura mencionada anteriormente también azul marino, con el talón abierto ribeteados de blanco con un lazo en la parte delantera y punta bastante estrecha. Me vi como un primor, salí con mi hucha y mis pegatinas en la mano, dispuesta a llenarla hasta los topes y a ser posible volver a por otra. Iba con otra amiga y la verdad es que lo pasamos bastante bien, claro está la mañana pasaba felizmente, ya hacia el medio día, los pies me comenzaban a pesar, llevaba muchas horas andando a pasitos cortos y sin poder sentarme en ningún sitio, pero yo no desfallecía, dentro de lo mal que lo estaba pasando, me sentía muy satisfecha con la labor que estaba haciendo. A la hora de la comida, tomamos un bocadillo y continuamos con nuestra labor. Al finalizarla jornada, cuando llegué a mi casa, mis pobres pies eran una completa ampolla, por la planta y por todos los lados. Tardé mucho en recuperar mis pies y en volver a colocarme aquellos dichosos zapatos. En otra ocasión, voy a relatar lo que me sucedió. Cómo siempre me ha gustado mucho dormir hasta el último momento, por las mañanas salía de casa a todo correr, a mi padre lo traía frito, era el encargado de llamarme, pues para mí los despertadores eran un estorbo. El pobre hombre se tiraba más de media hora llamándome, me quitaba la ropa de la cama, me dejaba destapada y cuando ya sentía frio me levantaba a regañadientes y protestando a más no poder. Me aseaba, me vestía y ya me tenía el desayuno preparado en la cocina para que lo tomase de pie, pues a sentarme ni de broma me daba tiempo. En lo que tomaba el café el tomaba mi abrigo y a modo de caballero andante estaba con el preparado para que yo no tuviese nada más que meter los brazos, tomaba el bolso y salía pitando, ya iba tarde como era mi costumbre. Al salir por mi puerta, la pobre Paca, la portera, estaba todos los días fregando el descansillo de la escalera, era justo cuando llegaba bajando desde el cuarto piso, haciéndolo de rodillas. Un buen día, salí tan despendolada, que tropecé con ella, con el cubo y caí rodando escaleras abajo, fui a parar al armario donde estaban los contadores del agua, me hice un daño terrible, rompí los tacones. Me levanté sin dar lugar a que ni ella ni mi padre que estaba como siempre diciéndome adiós en la puerta, me ayudasen a levantarme, todo lo deprisa que pude, volvía a subir el tramo de escaleras que me separaba del portal, menos mal que solo eran ocho escalones, pero de mármol blanco, me cambié los zapatos a la carrera y volví a salir corriendo. A partir de ese día, la pobre Paca, cuando llegaba a ese trozo, paraba su labor y esperaba a que yo saliese como una centella, se limitaba a decirme “Ya se ha ido Adolfo”, era un chaval de mi misma edad con el que coincidía todos los días cuando íbamos a trabajar, nos llevábamos muy bien y nos reíamos mucho, pero él aunque bajase antes que yo, no me esperaba, siempre me decía, no te espero porque de todas formas me vas a coger. También desde ese día por las mañanas me ponía distintos zapatos, un poco menos de tacón que por la tarde. Qué buenos recuerdos de aquella época, la añoro en cierto modo pues ahora cuando miro esos zapatos en los escaparates de las tiendas, me embeleso con ellos, me da envidia cuando veo a las chavalas jóvenes que los llevan, pero tengo que reconocer que ya ni soy joven, ni sería capaz de caminar dos pasos con ellos. La vida nos castiga con sus caprichos, es decir con los años que nos van cayendo y las renuncias que tenemos que hacer según los vamos cumpliendo. PILAR MORENO

EL SENDERO TORTUOSO

¿Qué más le podía pasar en la vida si desde su más tierna infancia se la había pasado sorteando escollos? Qué más daba uno más, estaba harta de tantas dificultades, algunas veces se preguntaba por qué seguía luchando, sabía que todos sus esfuerzos eran inútiles, nadie tomaba en consideración nada de lo que hacía o decía. ¿Cuántas veces estuvo a punto de tirar la toalla? de darse por vencida, pero era más fuerte que ella, revelarse y solucionar los problemas al fin y al cabo ella era la más válida en determinados momentos y sabía que si ella sucumbía todo se iría al traste y no lo podía permitir, había que sacar fuerzas de donde fuese para que sus propósitos llegasen a buen puerto. Había pasado por toda clase de enfermedades, desde la abuela, los padres, ella misma sufrió varias intervenciones quirúrgicas, unas leves y otras bastante graves, pero todo lo había superado con mucha entereza y con buen carácter. Todo el que la conocía se hacía cruces de ver la animosidad de semejante mujer ante las adversidades y como era capaz de superar los problemas incluso con muy buen humor, en muchas ocasiones se reía de ella misma. De pronto, se encontró en el camino más tortuoso de todos los que había recorrido a lo largo de su vida. Era el ver como su esposo se estaba matando poco a poco y sin querer reconocerlo. Había padecido con el muchas vicisitudes a lo largo de tantos años de matrimonio, había sobre llevado los avatares de la vida que el mismo había tenido, los constantes cambios de humor, épocas buenas y malas como todas las parejas que cuando hay problemas sobre todo de trabajo se descargan en casa que es donde más confianza se tiene. Cambios de empresas con lo que eso conlleva, pero todo había merecido la pena, había sido un buen esposo y un grandísimo padre. Ahora lo veía deteriorarse por momentos, una respiración agitadísima la cual el achacaba a estado de ansiedad, pero ella sabía de sobra que lo que tenía no era otra cosa que falta de aire en sus pulmones como consecuencia de años y años de fumador empedernido. Lo veía asfixiarse cada vez más pero no podía hacer nada por evitarlo, el cigarro no lo soltaba de la mano y cada vez que lo decía algo, solo servía para malhumorarlo más y más. Decidió que por tortuoso y difícil que fuese llegar al final de ese camino, estar a su lado cuidándolo como siempre había hecho pero mortificándose por no haber sabido hacerlo reflexionar lo suficiente para que dejase esa adicción. PILAR MORENO

AQUELLA TARDE GRIS

Toda la tarde estuvo gris, muy plomiza, hacía demasiado calor y amenazaba lluvia. Yo tenía una cita, una cita muy importante para mí, era uno de esos días que entre semana, a la salida del trabajo, tomábamos un bocado y después íbamos al cine o al teatro, donde tocase, cada vez íbamos a un sitio diferente. Al juntarnos, comenzó a chispear, después a tronar y por último a caer agua del cielo como si no lo hubiese hecho nunca. Nos refugiamos en un portal a esperar que amainase un poco pues aunque yo como siempre llevaba paraguas en el bolso, no servía de nada por la fuerza con que caía. En aquella época he de decir que los portales estaban abiertos, creo que muchos de vosotros lo recordareis. No éramos los únicos que nos habíamos refugiado allí, en un momento aquel portal parecía el camarote de los hermanos Marx, todos esperábamos lo mismo. Cuando comenzó a aflojar el ritmo de la lluvia, los refugiados comenzaron a salir, unos corriendo, otros no tanto, el caso es que al final nos quedamos solos. Nos mirábamos fijamente a los ojos sin decir nada, él tenía un brillo tan bonito, tan especial, siempre que estábamos juntos le observaba, creo que solo lo tenía cuando me miraba a mí. Al poco rato, abrimos mi paraguas y él lo cogió al ser más alto y echándome el brazo por encima del hombro, comenzamos a andar. Yo lo agarré por la cintura y notaba que cada vez estábamos más juntos y que gratificante era el notar el calor de aquel cuerpo tan viril. Creo que los dos estábamos emocionados de habernos sentido tan cerca el uno del otro. Hablamos poco durante el camino y era raro pues a los dos nos encantaba hablar, contarnos las cosas que habíamos hecho, realmente nos sabíamos nuestras vidas de carrerilla. Llegamos al cine, bastante pronto pero debido a la lluvia, los cines de La Gran Vía, no solían abrir con mucha antelación, pero en esa ocasión si lo hicieron. Estuvimos un rato en el hall hasta que abrieron las puertas de la sala, seguíamos mirándonos a los ojos como si fuese la primera vez que nos veíamos. Cuando nos acomodamos en nuestras butacas, nos tomamos de la mano, fue una sensación muy especial, aunque no era la primera vez que lo hacíamos. Una vez comenzada la proyección, pasó su brazo por encima de mí y recibí el mejor beso de toda mi vida, ese beso que nunca se olvida y que aunque haya muchos después no saben igual. El beso del primer amor, de la primera ilusión, el que se lleva dentro del alma hasta el final de los días. Los días grises y plomizos me levantan dolor de cabeza, pero bendigo aquella tarde, aunque fuese muy, muy gris. PILAR MORENO

sábado, 17 de enero de 2015

LA TIERRA DE SUS ANCESTROS

Pasó delante de él una sombra alargada que se dirigía hacia la playa, su cuerpo tembló cual hoja en árbol en día de viento. Tenía miedo, mucho miedo, había soñado muchas veces que se le aparecería, pero... ahora estaba despierto. Quería gritar, pero un agudo nudo oprimía su garganta, era imposible que saliese de su boca ni un pequeño suspiro. Aquella visión congeló su alma, era una gélida madrugada, en la que estaba vagando por el paseo marítimo. No podía dormir, tantos recuerdos, le impedían conciliar el sueño. Desde su desaparición eran tremendas las pesadillas que acudían cada noche a su mente, llegó a pensar que se estaba volviendo loco. Sabía que él no tenía culpa de lo que había pasado pero… Si al menos el cuerpo se hubiese encontrado, tendría la certeza de lo que había sucedido pero así. Era muy cierto que el coche se había encontrado en las afueras de la ciudad con un gran golpe pero ¿y él? se suponía que había sido un accidente pero ¿de qué tipo? realmente no había ningún otro coche, no había sangre, solamente el coche ¿y el golpe, contra quien o con quien se lo había dado? Todo eran incógnitas, cabía pensar que de no haber aparecido cuerpo alguno, pudiera ser que estuviese vivo y en cualquier momento volvería a aparecer. RENÉ era nieto de unos emigrantes españoles durante la guerra civil española a la ciudad de Lyon, Francia. Habían dejado todas sus pertenencias y lo que había sido su vida hasta entonces pues lo primero era seguir vivos. Todos sus antepasados eran asturianos, concretamente del pueblo de Llanes, en el oriente de la comunidad, al pie de la sierra del Cuera, con sabor a mar y montaña AL mismo tiempo. En Lyon, habían comenzado una nueva vida, después de pasar las penurias propias de llegar a un país en el que desconoces todo incluso el idioma, que es lo más importante. Su abuelo paterno, decidió poner una casa de comidas al estilo Asturiano. Fue la solución y de ese pequeño negocio fueron sobreviviendo toda la familia. Pasados unos años, su hijo Faustino, que al llegar era tan solo un niño; trabajó en compañía de sus padres y aprendió a llevar el negocio. Allí, conoció a Lorena, una cocinera que su padre había contratado y de la cual se enamoró perdidamente. Se casaron en poco tiempo y tuvieron tres hijos, Fransua, René y Gilbert. Formaban una feliz familia muy unida. Los abuelos, se iban haciendo mayores por lo que Faustino y Lorena se hicieron cargo de la casa de comidas, la que con el tiempo convirtieron en un restaurante español con mucho éxito. A los hijos les dieron la carrera que ellos decidieron estudiar, creían que teniendo títulos universitarios, tanto si decidían seguir en Lyon o marchar a cualquier otro sitio, siempre sería más fácil acceder a un trabajo digno. Fransua, un muchacho muy espabilado, decidió estudiar Dirección y Gestión de Empresas, así como también Restauración. Con todo esto terminado, y con la colaboración de sus padres, convirtió el restaurante familiar en el mejor restaurante de comida española de todo Lyon, a él acudía gente de prestigio y se hizo un nombre en las guías de restauración de toda Francia. Rene, estudió medicina. Hizo la especialidad de ginecología y tocología y rápidamente se colocó en el Hospital General de Lyon. Su hermano Gilbert quiso estudiar derecho, obteniendo unas buenas notas y colocándose en un prestigioso bufete de su localidad. Estaban todos muy afianzados en sus trabajos y por nada del mundo quería dejar el país en donde habían nacido y que tan bien les había tratado. Fransua, era el más osado de los hermanos, el más lanzado el que menos pensaba las cosas pero al que realmente todo le salía a pedir de boca. Un día, tuvieron que dar un banquete para una empresa y la señorita que fue a contratarlo como relaciones públicas de la misma, habló directamente con Fransua para dejar bien atados todos los cabos y que saliese todo de maravilla pues ella se jugaba mucho ante los ojos de sus jefes con ese evento. Fransua, le atendió como solo él sabía hacer y todo resultó maravilloso. Diana, que así se llamaba dicha señorita, se personó en el restaurante días después para agradecer a Fransua las atenciones que para con ellos había tenido y lo bien que le había hecho quedar ante sus superiores. Fransua le invitó a tomar una copa y charlaron largamente, se encontraban muy agusto juntos por lo que a ese días siguieron unos cuantos más hasta que surgió un amor apasionado el cual dio paso a una convivencia ya que ninguno de los dos eran partidarios del matrimonio. René, después de unos años trabajando en el hospital, se enamoró de una linda enfermera. Cuando la conoció, fue una atracción inigualable la que sintió por ella. Era una bella muchacha, muy sencilla y muy profesional. Lina, era bajita, morena con unos ojos azules de impresión, la cara más guapa que jamás se hubiese figurado René que podría conocer. Su cara era como de porcelana, una piel suave y sedosa, podría decirse que era una muñeca. Siempre estaba dispuesta para cubrir cualquier baja de sus compañeras, de ayudar a cualquiera aunque hubiese terminado; como todo el hospital decía era el alma pura que todo ser humano quiere tener a su lado. Cuando supieron los compañeros que se habían prometido, a René le llovían las felicitaciones por todos lados. A él que nunca se le había conocido novia alguna, se podía decir que le había tocado la lotería con haber dado con Lina, un primor de mujer en todos los sentidos. No tardaron en casarse, siguieron trabajando los dos en el hospital y enseguida llegaron los niños. La primera fue una niña a la que pusieron por nombre Meri Ann y al cabo de tres años, aumento la familia con Jonás. Una familia feliz, muy unida. Lina y René cada día más enamorados veían crecer orgullosos a sus hijos. Cuando Jonás contaba ya los dieciocho años, Lina comenzó a sentir que René no era con ella lo dulce que siempre había sido. Veía como si poco a poco se fuese distanciando de ella, lentamente, silenciosamente. Parecía estar como enfadado, como disgustado y si le preguntaba qué era lo que pasaba, siempre le contestaba lo mismo, no me pasa nada. Además aquel atractivo que desde joven había tenido; pues aun no siendo hombre guapo, si era el clásico macho ibérico, alto, moreno, ojos castaños y con dos hoyuelos en las mejillas que lo hacían de lo más simpático y una boca bastante sensual; se estaba marchitando, no había brillo en sus ojos y a veces estaba hasta demacrado. —René, algo tienes, es que ya ¿no confías en mí? dime mi amor, tu guardas algo que no me quieres contar. —Ya te he dicho mil veces que no me pasa nada, simplemente estoy cansado. —René, no te creo ¿Acaso es problema del hospital? mira le decía Lina toda amorosa, yo también tengo mis problemas. Desde que se marchó el Dr. Bernárdez, ya nada es igual. El Dr. Puaró es bueno, pero no trata al personal como lo hacía Bernárdez. Es mucho más comercial, no quiere que demos el mismo trato a los pacientes, es mucho más pragmático y eso nos está dando algunos problemas. —Lina no, de verdad que no me pasa nada, además yo no tengo esos problemas que tú dices. Mi consulta sigue funcionando como siempre y a la hora de los partos, no son cosas que se puedan decidir si hacerlas de una forma o de otra, cada uno se presenta como se presenta y salvo que haya que practicar la cesárea, todos son iguales. Pasaba el tiempo y todo seguía lo mismo, se le veía cada vez más ausente cuando estaba en casa y hasta sus hijos se dieron cuenta de que ya la relación que mantenía con su esposa no era la misma. Un día Jonás, le pidió a su padre salir los dos solos a pasear por el parque La Tête D’Ors, uno de los más grandes de Europa, más de ciento cinco hectáreas por el que era una delicia pasear sin prisa junto al rio Rhone al nordeste de Lyon. Este parque maravilloso, entre otras cosas tenía un zoológico, un jardín botánico y un lago artificial para remar, al que desde muy pequeños René y Lina habían acostumbrado a sus hijos a ir y todos juntos lo pasaban en grande. Por eso a René, no le sorprendió que su hijo le pidiese ir allí y alquilar una barca para pasar un rato remando. Una vez en el lago, Jonás abordó a su padre y le preguntó qué era lo que le pasaba con su esposa. Su hermana y él mismo se habían dado cuenta, que las cosas entre ellos no estaban como siempre y quería saber de su propia boca que era lo que ocurría. Veían triste a su madre desde hacía algún tiempo y quería saber las causas. —Jonás, respondió René; que puedo explicarte. A tu madre la quiero con toda mi alma, como siempre, pero estoy harto de ver chattes, durante todo el día y cuando llego a casa no tengo ganas de ver uno más. Estoy hastiado de tanta mujer. —Bueno papá pero eso no tiene nada que ver. Tu profesión siempre ha sido la misma y con mamá te comportabas de otra forma. Habéis sido muy felices, toda la familia lo hemos sido y de un tiempo a esta parte, te estás comportando de una manera muy extraña. Le das muchos desplantes delante de cualquiera, incluso la desprecias, no das importancia a lo que ella hace y a lo que te mima. No es bueno para ninguno tu comportamiento. —René se quedó un tiempo muy pensativo, mientras remaba lentamente. —Hijo, quizás haya llegado la hora de que me sincere con alguien; has de saber que lo estoy pasando muy mal, francamente mal; esto que te voy a contar, me está superando y hay momentos en los que creo que voy a volverme loco. Vas a ser la primera persona que sepa lo que en realidad me está pasando y no sé si serás capaz de comprenderme, pero al menos inténtalo. La verdad es que no sé cómo afrontar el tema, pero ya que he comenzado, te voy a contar todo lo que debes saber. Hace ya tiempo, llegó al hospital Marcel Dibua, un médico cardiólogo, aproximadamente de mi misma edad, con el que desde el principio hubo una buena relación profesional. Con el paso del tiempo, hicimos ya una amistad más particular y sin pensarlo día a día, nos fuimos enamorando sin darnos cuenta. Es un amor que no tiene nada que ver con el que siento y he sentido siempre por tu madre. Pero es apasionado, feroz y me hace sentir como jamás había sentido. Comprenderás ahora mi presencia de ánimo cuando tengo que ocultar a todo el mundo mis sentimientos. Hijo te ruego que no me odies por esto—. —Papá, eres adulto y no voy a dejar de quererte y renegar del padre que tanto me ha dado y al que venero, pero... ¿no te parecería más honrado contarle a mamá la verdad y que deje de sufrir por no saber lo que te pasa con lo que ella te quiere? —Jonás, tienes toda la razón del mundo y en cuanto que lleguemos a casa esta noche, le explicaré a mi querida Lina lo que está sucediendo—. Terminaron la jornada como dos buenos amigos y regresaron al hogar, Jonás con la promesa hecha por su padre de que le contaría a Lina lo que en realidad le afligía. LINA, una vez hubo escuchado los argumentos que su esposo le dio, no podía creer lo que le estaba pasando ¿cómo era posible que su esposo, un hombre tan cabal que había sido siempre, hubiese perdido la cabeza por otro hombre? Algo no encajaba en su mente, pero aún así, debido al amor que sentía por René, le dijo que no se preocupase, que había sido un buenísimo esposo y un gran padre por lo que ella no le iba a poner trabas en la decisión que él quisiera tomar. Para ella sería un dolor inmenso el tener separarse de él si es que él así lo quería, pero solo quería su felicidad y que supiera que ella lo seguiría queriendo; también comprendía que si estaba tan enamorado de Marcel, que lo que desearía sería vivir con él. Marcel era soltero, por lo que no tenía que deshacer ningún hogar, era libre como el viento y podía hacer a su antojo. Había mantenido en secreto su condición de homosexual en lo que sus padres vivieron, pero una vez fallecidos, ya podía hacer lo que le viniese en gana y vivir su vida como le pareciese. Era un hombre de pelo rubio, algo canoso, ojos verdes, barba sin arreglar, pero en realidad una cara vulgar, sin ningún rasgo que le hiciese atractivo. Tampoco era hombre de grandes arreglos personales, todo lo contrario que René que era persona que cuidaba hasta el más mínimo detalle de su figura, de sus ropas, de su pelo y todo lo concerniente a su persona. Marcel había propuesto a René irse a vivir juntos a su piso y así podría dejar a Lina y los chicos la casa en que siempre habían vivido. René se negó rotundamente, el no podía irse a vivir con él. Todavía se debía a su trabajo y sobre todo a su familia. ¿Qué pensarían sus padres y hermanos si le viesen dejar a su mujer y sus hijos por un hombre? Imposible, él no era capaz de darles ese disgusto ¿Entonces es que no me quieres, le decía sin parar Marcel? —No digas bobadas, claro que te quiero, pero eso no quiere decir que pierda el respeto por todos los míos y por todo lo que he creado. Debes Darme tiempo— —Si es por dinero, no lo hagas, con lo que yo gano tenemos suficiente para los dos y además como siempre he estado con mis padres y no he tenido hermanos, tengo ahorros que nos permitirían vivir sin ningún esfuerzo— De ninguna manera vas a convencerme, está decidido, yo continuaré viviendo en mi casa con mi familia, aunque eso sí, en dormitorios separados. No quiero que Lina piense que estoy jugando con ella. Ya lo hemos hablado y hemos llegado a pensar que la mejor solución es esa. Ella podrá hacer con su vida lo que guste y yo seguir contigo, pero como hasta ahora en secreto. —No me agrada nada la idea, pero si es lo que tú quieres pues sea, con el tiempo iremos viendo— René, esperó a cumplir los sesenta años y poder jubilarse. Fue entonces, cuando tomó una decisión sin contársela a nadie. Lina todavía no podía jubilarse por ser más joven que él, con lo cual a la familia no le extrañaría su repentina marcha de vacaciones él solo. Habló con su esposa y le explicó que quería hacer un viaje por España, conocer el país de sus antepasados y al estar solo, tendría tiempo para reflexionar lo que más le convenía hacer. Le comentó que a ella la seguía queriendo aunque su amor por Marcel seguía existiendo. No le había dicho nada de su marcha con lo cual le rogaba que no le dijese en donde se encontraba, pues sabía que en cuanto lo supiese, dejaría todo y le seguiría. El día que yo tome una definitiva solución, yo mismo le diré donde me encuentro. Así lo hizo, se despidió de su familia y tomó su vehículo rumbo a España. Hizo los kilómetros que le separaban, despacio, parando donde le apetecía. A lo largo de su vida había viajado muy poco y siempre lo había hecho a los destinos que Lina escogía y sobre todo cuando los niños eran pequeños, siempre eran los más convenientes y cómodos para ellos. Ahora, había tomado la determinación de no acelerarse, de visitar ciudades que saliesen a su paso a lo largo del camino hacia España. En unas se paró más tiempo que en otras, según lo interesante que le pareciese. La primera ciudad en la que hizo noche fue en Clemont Ferrant, una bella ciudad que le permitió descansar y evadirse de sus pensamientos, visitando sus calles monumentos y parques sin ninguna prisa. Lo primero que visitó pues era al aire libre fue Rooster Garden, un magnifico parque que fue donado a la ciudad por un gran benefactor, Henry del Gallo y está situado en pleno centro de la ciudad. Un parque al que a los estudiantes les encanta ir a hacer picnic, pasear o revisar sus apuntes. Hay que decir que además de césped tiene una total dotación de Wifi. También se puede tomar una copa en el pequeño bar del jardín, Rooster Pavilion, o darse un paseo por el lado del jardín donde se encuentran las rosas en el parque. Es un parque verdaderamente sublime. Después se fue a la Plaza de Jaudé es una parte central de la ciudad. En ella se encuentran innumerables bares, restaurantes, tiendas de todo tipo. Allí aprovechó para comer relajadamente mientras contemplaba la estatua ecuestre de Vercingéstorix. Era o mejor dicho fue, un príncipe Galo, que lucho contra los invasores romanos en el siglo I antes de Cristo. Tomó café y un whisky, le parecía extraño estar tan tranquilo, sin presiones. Terminó su copa y lentamente se levantó, pagó su cuenta y de dirigió a pasear las estrechas calles de la ciudad. Dicen que dichas calles están llenas de sorpresas. Tuvo la oportunidad de entrar en la esquina de un callejón, en lo que se llama “la casa de Adán y Eva”. Si oportunidad, porque este jardín pertenece a unas personas particulares y se puede entrar si la puerta está abierta. Dentro hay un patio que parece una pequeña terraza, con mesas y sillas, un montón de flores y sobre todo un dintel de piedra que representa a Adán y Eva y por supuesto la serpiente. Para él fue realmente agradable descubrir este lugar completamente inusual, escondido tras una puerta en pleno corazón de la ciudad. A la mañana siguiente, después de asearse y tomar su desayuno en la cafetería del hotel, René volvió a salir a visitar la ciudad que realmente le estaba encantando. Se dirigió a la iglesia de Notre-Dame-du-Port, una iglesia románica del siglo XII a la que más tarde convirtieron en Basílica. Es de una sencillez incomparable tanto por dentro como por fuera. Después fu caminando hasta la plaza de la Victoria en donde se encuentra la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Clermont Ferrand. Estaba entusiasmado con lo que veía por lo que se mantuvo en esa ciudad durante tres días. De ahí partió hacia Limoges, no es hoy día una ciudad importante pero aun así tiene su historia y hay que pararse a disfrutarla. Cuenta con un sinfín de monumentos de interés, casi mucho más que cualquier otra ciudad francesa ya que por algo fue una ciudad esplendorosa desde la antigüedad. En ella se detuvo a visitar la Catedral de San Esteban, edificio principal y más característico de la ciudad de Limoges. Dicha catedral es la sede del obispado y se encuentra en el antiguo barrio de La Cité. Dentro encontramos pinturas medievales y una magnificas vidrieras del siglo XIX. A la salida, fue a visitar el Mercado Central, más conocido como Les Halles, el mercado central, fue diseñado por Gustave Eiffiel en el siglo XIX y está situado en una de las plazas más bonitas de la ciudad. Quedó maravillado, visitó después el Barrio Village de la Boucherie, uno de los barrios más pintorescos y bonitos de la ciudad, el cual se encuentra plagado de callecitas y rincones que albergan numerosas tiendas. Paseando por ese barrio, no pudo por menos que recordar a Lina y a su hija Meri Ann, se decía para sí, como disfrutarían de estas tiendas. Serían felices entrando en una y otra comprando todo lo que se les ocurriese, pero estaba solo y no iba ni a comprar un pequeño suvenir para cada una pues no sabía el tiempo que tardaría en volver a verlas. Era mejor pasar de largo. Por la tarde, después de haber disfrutado una buena comida, se dirigió a la iglesia de Saint-Michel-des-Lions, un lugar elegante, que alberga unas vidrieras preciosas de los siglos XV y XVI. En dicho edificio, se conservan las reliquias de San Marcial, desde la Revolución Francesa. Pasó y descansó otro día en la ciudad de Perigueux. Siguió camino hacia Burdeos en donde solo paró a comer para descansar y continuar viaje pues no quería detenerse mucho pues le recordaba a un viaje que había hecho con Lina y no quería recordar, también paró en Mestras y Mont-de-Marsan, en este último pasó la noche y a la mañana siguiente siguió ruta hasta Bayona, ya en la frontera con España. Esa sería su última parada antes de llegar a Cantabria, a buscar la ciudad de sus antepasados. Cuando llegó a Bayona, quedó estupefacto, era una preciosa ciudad al pie de los Pirineos y muy cerca de la costa Atlántica, por su situación excepcional, es una ciudad protagonista de numerosos episodios históricos. Es tan extensa su historia que apabulla, Fundada en el año 950, por allí pasaron vikingos, ingleses y españoles, antes de formar parte de Francia. Es de carácter ribereño, los puentes que cruzan las aguas de sus ríos y las siluetas de las casas de los distintos barrios, se recrean en la belleza de la ciudad. No en balde se la conoce como la Venecia Francesa. René, se empapó bien de la historia de la citada ciudad, era la capital del país Vasco Francés. Célebre por la belleza de sus mansiones centenarias restauradas, sus muelles, sus museos y sus monumentos. También pudo escuchar algunas palabras en la lengua occitana, que todavía se escucha por algunas callejuelas y cuestas empedradas y resbaladizas. Tiene un casco antiguo que está coronado por la muralla fortificada de 1680 que se extiende a ambos lados del Nive. Su ciudadela, del siglo XVII, en el barrio situado a la izquierda del citado río, Grand Bayonne, se alza la llamada Port d’Espagne, del siglo XVIII y el imponente Château Vieux, fortaleza medieval con torreones circulares en las esquinas que forman parte de la antigua muralla del siglo IV. En el barrio situado a la derecha del Nive, Petit Bayonne, se encuentra la Porte de Mousserolles y el Château Neuf del siglo XV, con torres angulares y un amplio patio. También la catedral de Santa María construída entre los siglos XIII y XVI. Su portada gótica fue desfigurada durante la revolución francesa. El claustro gótico de 1240, con tracerías caladas y galerías ojivales, es una visita que no se puede eludir y con la que René quedó totalmente emocionado. Nunca pensó que fuese tan bella esa ciudad. Una vez pasada la frontera, ya en tierra española, hizo lo mismo, se fue parando en las grandes ciudades y admirando los paisajes. Recordaba muy bien los relatos de sus abuelos, cuando le explicaban que España era grandiosa, sin igual. Había que vivirla para sentir dentro de uno todo lo que ella ofrece. Deseaba cuanto antes llegar a Llanes, Asturias, la tierra de sus ancestros. No tenía reserva de hotel, pero al llegar al centro de la ciudad, se fijó en el “Hotel Don Paco”, un hotel de cinco estrellas, enclavado en el mejor sitio para poder pasear, ir a la playa, hacer compras, restaurantes y con un excelente precio. Pidió una habitación y cuando en recepción le preguntaron ¿cuantos días estaría? la respuesta fue muy rotunda, “si me encuentro bien, será por tiempo indefinido”. Dio un buen dinero a cuenta, como para una semana o más y le dieron una de las mejores habitaciones de las que disponían. Una vez hubieron subido su equipaje a la habitación, se quitó los pantalones y se tiró sobre la cama, estaba derrotado, muy cansado por tantos días de viaje y a la vez tenso pues añoraba mucho a Lina y a sus hijos. Se puso a pensar en ellos y también tuvo un recuerdo para Marcel ¿cómo se habría tomado su marcha? ¿Le guardaría rencor? la verdad es que dentro de lo que con él había disfrutado y el amor tan grande que sentía por él, se estaba dando cuenta de que no le estaba echando en falta como él suponía que lo haría. De pronto se quedó dormido. Cuando se despertó era noche cerrada, dio la luz de la lamparita y al mirar el reloj vio que eran las cinco de la madrugada. ¿Cómo había podido dormir tantas horas y sin haberse metido dentro de la cama? No lo dudó, se dio la vuelta y se volvió a quedar dormido. Esta vez se despertó enseguida, eran las siete. Se incorporó decidió a darse una ducha y comenzar a recorrer aquella ciudad que prometía darle muchas satisfacciones. Comenzaría por buscar a alguien de sus parientes, aunque fuesen lejanos. Comenzó dando un paseo por los alrededores del hotel, quería lo primero situarse. Después de haberlo hecho echó a andar por las calles más céntricas fijándose bien en los indicadores que marcaban las direcciones en donde se encontraban los sitios públicos más importantes. Era pronto, todavía no eran las nueve de la mañana por lo que se paró en una cafetería cerca del ayuntamiento, haciendo tiempo para que todos sus empleados estuviesen en sus puestos. Una vez que comprendió que ya podía dirigirse a él, tomó camino y decidido entró en el a informarse sobre sus antepasados, si quedaba alguien de su familia aunque fuese remota. Si todavía existía alguna casa en donde hubiesen vivido sus abuelos y bisabuelos etc. Se dirigió una vez dentro del edificio a la ventanilla de información, donde le encaminaron al departamento en donde podrían darle la orientación que precisaba. En realidad sabía poco de sus antepasados, solamente los nombres y apellidos de sus abuelos paternos y que habían salido de esa tierra durante la guerra civil en el año 1938. La funcionaria que lo atendió fue especialmente amable con él. Le acompañó a los archivos del consistorio y le ayudó a buscar en los legajos, todo lo que podía referirse a sus antepasados. Él le contó que en su casa prácticamente no había oído hablar casi de esa época, para sus abuelos que eran los que realmente había emigrado era tema tabú y en muy pocas ocasiones hablaban de sobre ello. La abuela decía que era mejor recordar su tierra de los buenos tiempos, pero que al final todo fue muy triste y doloroso. Milagros, que así se llamaba la funcionaria, al tiempo que buscaban entre papeles y libros, le fue poniendo un poco al día de lo que en aquellos tiempos sucedió y los motivos por los que muchos de los habitantes de esa tierra, como de tantas otras, habían tenido que salir a escape, casi con lo puesto, dejando atrás sus tierras, sus casas y sus familiares, para buscar una nueva vida. Durante la guerra civil, se libraron impresionantes batallas en los montes llaniscos. Las tropas republicanas fueron derrotadas y el concejo mayoritariamente de derechas, cayó en manos de Franco. En los primeros días del mes de Septiembre de 1937, se produjo una ofensiva del bando nacional sobre toda Asturias, que dio lugar a la desaparición del frente norte, que hasta ese momento había estado en posesión de las fuerzas republicanas. Una de las batallas más importantes, fue la de El Mazuco. Después de varias horas de búsqueda, encontraron algunos datos de posibles parientes lejanos de sus abuelos. Tomaron notas de nombres, domicilios y si todavía formaban parte de los habitantes del municipio. Milagros, se ofreció para en lo sucesivo ayudarle en todo lo que pudiese necesitar. Se dio cuenta de que realmente estaba bastante desorientado, pero sí en cambio, tenía un alto interés en dar con alguien de su pasado. Estaba emocionado, lleno de alegría, volvió al hotel para comer y reposar un rato. Se sentó delante de la mesa escritorio, miró y repasó todo el montón de papeles que había conseguido. Fue entonces cuando volvió a pensar en Lina y en sus hijos. Lina era consciente desde hacía mucho tiempo, que René deseaba con toda su alma conocer la patria de sus abuelos y de su padre. Éste último no recordaba nada de su ciudad natal ya que lo habían sacado de allí a los tres años. El abuelo había fallecido ya y la abuela era muy mayor por lo tanto ya no volverían a su patria. Pensaba en su padre si con el tiempo y animado por él querría un día volver, aunque solo fuese por conocerla. Su alegría era tal, que no dudó ni un momento en tomar el teléfono y llamar a Lina para contarle sus logros, así sabría también de los suyos ya que desde que había salido de Lyon no había vuelto a tener contacto con ellos. Lina era una buena mujer y aceptó su llamada con entusiasmo. Se interesó por saber cómo le iban las cosas. Le informó del estado de toda su familia y de lo pesado que se había puesto Marcel para que le dijese en donde se encontraba. René volvió a pedir a Lina que no se le ocurriese decirle donde estaba, que no le apetecía nada hablar con él y menos verle. Ahora tenía otros objetivos, por contra la invitó a pasar unos días con él cuando tuviese vacaciones, pues realmente aquella tierra era hermosa, mucho más maravillosa. Hablaron durante mucho rato, ninguno de los dos tenía ninguna intención de colgar. René salió a dar un paseo por el puerto. Es un puerto de pequeño tamaño pero tiene la parte que es deportiva y la parte pesquera. Era amigo de hablar con los paisanos y al ver lo estrecha que era la entrada comenzó a hablar con un señor que no tuvo inconveniente en darle las explicaciones oportunas. —Mire Vd. este puerto se ha quedado pequeño. Ya hay proyecto para hacer otro ya que para entrar en este, como bien ha observado, la angostura y tortuosidad de la canal hace que haya que esperar para entrar en él a que la mar esté en buenas condiciones. — — ¿Qué clase de pescado entra aquí?— Pues las especies que normalmente entran son la sardina, la merluza y el congrio, aunque también entran otras variedades. Sepa Vd. señor que este fue un puerto muy importante durante los siglos XVI y XVII pues aquí aunque no lo crea, se pescaba la ballena, por lo que el puerto llanisco era motor económico para la zona. Este puerto está arreglado, en el año 1991 hicieron un nuevo espigón y se protegió con bloques de hormigón. Estos bloques como Vd. ve están inmortalizados por la obra pictórica de Agustín Ibarrola y son ahora conocidos como “Los Cubos de la Memoria”. — Muy agradecido por su información, ha sido un placer el escuchar su relato. Al día siguiente, se levantó con ganas de andar y después del desayuno, se dirigió a visitar el fuerte. Leyó todos los carteles que había por todas partes y fue enterándose desde que fue construido hasta nuestros días. Fue un elemento muy importante para la defensa de la ciudad durante varios siglos, está junto al puerto y la playa del Sablón y contaba con cañones de distintos calibres. Felipe II, tratando de evitar a corsarios y piratas franceses, ingleses y holandeses, decidió enviar los cañones en 1574. Estos asaltantes, hacían incursiones de saqueo a los pescadores para hacerse con la mercancía. Gracias a estos cañones, los llaniscos pudieron repeler los ataques perpetrados contra sus barcos y costas. También organizaron unas naves para perseguir a los asaltantes llegando a pedir patente de corso para capturar pesqueros y embarcaciones de países enemigos. Esto se mantuvo operativo hasta comienzos del siglo XX. Milagros le llamó por telefono interesándose por las visitas que ya hubiese hecho a los que podían ser familiares de sus ancestros. René le dijo que todavía no había contactado con nadie. Se estaba tomando un tiempo, quería averiguar cómo era realmente el pueblo para que cuando se enfrentase a esos familiares poder contrastar lo que él ahora vislumbraba con lo que le pudiesen contar del pasado, que realmente sería mucho. René le contó también que estaba interesado en los oficios que hubiese habido en el pueblo o que todavía existiesen. Entonces Milagros, lo invitó a tomar un café cuando saliese de su trabajo por la tarde y contarle uno de los trabajos más valorados en Llanes como en toda Asturias, extendiéndose también a la provincia de León. René aceptó encantado. Cuando acudieron a la cafetería en la que habían quedado en la calle Mayor, se sentaron en una mesa con sendos cafés y muchas ganas de hablar sobre la villa marinera, René tenía muchas preguntas sobre la ciudad y Milagros deseaba darle toda clase de explicaciones sobre su tierra natal. Ella había nacido allí, no lejos de donde se encontraban y en pocas ocasiones había salido al exterior de su provincia. Había tenido la suerte de poder estudiar un secretariado y siendo espabilada se había podido colocar en el ayuntamiento, hacía ya muchos años. Tenía dos hermanas casadas y un hermano, así como varios sobrinos, pero ella siendo la más pequeña de la familia no había tenido más remedio que quedar al cuidado de los padres hasta su fallecimiento, por lo que nunca había mantenido una relación formal ni se había casado. Parecían entenderse bien, el también le contó que estaba casado en Lyon pero que un problema que había tenido le había alejado de su familia. No le habló en realidad de Marcel que era el verdadero motivo por el que había salido de Francia en busca de esas tierras. Hablaban sin parar. —Milagros, comenzó a contarle sobre los tejeros, su padre había sido uno de ellos. Eran profesionales de la teja de ladrillo cuyo trabajo era muy apreciado y requerido. Eran trabajadores del campo, que todos los años, desde mediados de mayo hasta septiembre, salían de Llanes en grupos o cuadrillas para dirigirse a las brañas o aldeas en las que habían solicitado su faena. Llevaban consigo todas las herramientas necesarias para la fabricación de las tejas, que se producía en el mismo lugar donde tenían el pedido. Las gentes de las aldeas y de las brañas, les ayudaban cortándoles el vegetal para la combustión en el horno y les llevaban el barro necesario. Los tejeros fabricaban así, las tejas, los ladrillos y si eran necesarias, también baldosas. Muchas de las cabañas que su tejado era un (teito) lo convertían en tejas. El oficio de los tejeros, aparece documentado desde el siglo XVIII en el que ya se contaban con 950 hombres. — Era muy agradable la conversación, aprendería mucho junto a esa mujer que por otro lado parecía estar encantada a su lado. René le dijo que estaba muy interesado en ver el Faro y si era posible que lo acompañase. —Por supuesto dijo Milagros con voz alegre. Mañana a la misma hora de hoy, pero iré a buscarle al hotel pues desde allí nos queda más cerca— Salieron camino del Faro y Milagros le iba contando que como podía apreciar, estaba dentro del casco urbano de la Villa de Llanes. Esto es Punta San Antón y ve que está limitado por la entrada del puerto pesquero, por el otro lado, hacia levante por la ensenada de la playa de Puerto Chico. Atendido por un solo torrero, cuenta con una lámpara de émbolo que funcionaba con aceite de oliva. Este faro data de 1860 pero en 1946 sufrió un incendio del que solo quedó la torre central. Fue reconstruido y llama la atención su blancura y la forma octogonal con su balcón y linterna. El faro que hay en la actualidad tiene el aspecto de una vivienda urbana cubierta a dos aguas con teja de pizarra. En su cara Sur, cuenta con seis vanos y dos ventanas. La entrada principal se efectúa por la fachada E cuyo segundo piso está rematado por una galería abierta. Desde lo alto de la linterna se puede apreciar la entrada al puerto pesquero que deja al descubierto un arenal en bajamares y la Punta del Caballo, coronada por el paseo llanisco de San Pedro. En la antigüedad, los marinos conocían a los Picos de Europa, como Peñas de Europa. Solamente en este lugar de Europa podía la navegación contar con tan clara referencia, siendo a la altura de Llanes cuando avistaban las peñas más altas de Europa. René estaba entusiasmado, esa mujer parecía una auténtica guía especializada, entendía a la perfección todo lo que ella le explicaba y le decía que si algo no comprendía, encantada lo volvería a repetir. Las salidas vespertinas para visitar la ciudad, se convirtieron en una costumbre diaria. A la hora de terminar su trabajo Milagros o bien le iba a buscar al hotel o él la esperaba a la salida del ayuntamiento. Tenían mucho que ver, esa ciudad daba para mucho y lo que tenían muy claro es que no tenían ninguna prisa. Él quería ver todos los rincones sin dejar ninguno. Milagros no era una mujer guapa propiamente dicho, pero si era lo que se dice una persona resultona, bien arreglada, maquillada lo justo, las manos con buena manicura y una vestimenta adecuada al sitio en donde trabajaba y con arreglo a la edad que tenía. Era más joven que René, pero rondaba ya los cincuenta o al menos eso parecía. Dentro del empeño en que Rene tenía por ver todos los alrededores de la ciudad, Milagros con buen criterio le convenció para que antes de que se fuese echando el mal tiempo encima, solucionase las visitas a los que creía familiares y sacar conclusiones. Para lo demás había tiempo de sobra, ella estaba dispuesta a recorrer por entero Asturias. Y si hacía falta y el estaba dispuesto en cuanto llegase el tiempo de sus vacaciones, le acompañaría a cualquier parte de la Península Ibérica que él desease. Ella se encontraba muy agusto a su lado, era tan educado y tan guapo como ella decía para sus adentros, que algún momento llegó a pensar que se estaba enamorando de él. El domingo por la mañana, se encaminaron a casa de Don Rogelio Vega Fernández y ahí comenzaron sus pesquisas. Un anciano de 95 años pero con la cabeza muy lúcida, les recibió amablemente. René le expuso a él y a su hijo el motivo de su visita. Quería informarse sobre sus antepasados, si ellos tenían algo que ver con su familia. Según iban charlando, René, tenía la impresión de que aquellas personas sí que tenían algo que ver con sus familiares lejanos. Así fue, Don Rogelio, había sido primo hermano de su abuelo paterno. Comenzó a relatarle que eran asturianos desde muchas generaciones anteriores a ellos. El abuelo de René, se llamaba Leoncio Vega Rodríguez y había nacido en la braña de Teleña, al otro lado de la montaña de Covadonga, muy cerca realmente de allí. En una feria de ganado, había conocido a Martina una guapina muchacha que le había hecho tilín y marchó tras ella a Llanes en donde se casaron y al poco tiempo tuvieron un guaje. En Teleña, quedaron sus padres y hermanos, uno de los cuales, Carmelo, fue el padre de D. Rogelio. En aquella época se dedicaban al ganado y a labrar sus propias tierras. Leoncio, al llegar a Llanes, se puso de tejero, pues allí no poseía tierras que labrar y el ganado que había, lo atendía su esposa y sus padres, ya que era única hija. El padre también salía a la mar y traía a casa lo que podía para el gasto y lo demás lo vendía entre las gentes del pueblo. Martina vivía con sus padres a las afueras de Llanes en un pueblin de lo más pequeño que se llama Pendueles. Allí vivieron todos juntos hasta que tuvieron que salir huyendo para Francia. Don Rogelio, también le contó que su abuelo no había hecho nada malo para tener que esconderse en otro país, pero... — las guerras son muy malas, no traen nada bueno para nadie, sabe usted. Su abuelo era comunista y por aquella época entró el Generalísimo en Asturias, todo el que no era de su idea corría un grave peligro, por eso, solo por eso. Tuvo miedo de que alguien lo denunciase por sus ideas, eran tiempos muy difíciles y simplemente por envidias o por que tuviese más tierras que otro o cosa parecida, los mismos vecinos se delataban unos a otros. Ya se habían escuchado casos en pueblos cercanos, él realmente no poseía nada pero como su esposa era hija única, todo el mundo sabía que el día de mañana la hacienda aunque muy pequeña que poseían los padres, sería para ellos, pudo más el poner a salvo su familia, que seguir allí mal viviendo con esa incertidumbre de que podría pasar. Entonces una noche en plena oscuridad, cogió a Martina y al guaje y marcharon para Francia, dejando a los padres de ella en un ¡Ay! de pensar lo que podría ser de ellos hasta llegar a estar a salvo. Los padres de Leoncio, es decir mis tíos, murieron sin saber cómo le iba a su hijo y su familia en un país extranjero. Eso sí, no se olvidaron de él y sus últimas voluntades fueron respetadas por sus hijos restantes, es decir el legado que dejaron para él, es de suponer que ahí siga, que nadie lo haya tocado y si su padre ya no vive, será suyo como es de suponer. Usted sabrá si sus hermanos lo reclamarán o si se lo cederán a usted. Mire eso ya no es cosa nuestra, yo solo le digo lo que sé. Por otro lado, en Pendueles, también los padres de Martina dejarían su casa y sus praos para su hija, como es lo normal. Mire mozo, que usted ha venido buscando parientes y se va a encontrar con un montón de cuartos. — —No sé como agradecerle tanta información, nunca creí que encontraría a alguien realmente vivo de mi familia y mucho menos que me fuesen a poner al día de todo lo acontecido y de que me puedo encontrar con varias propiedades— Al salir de aquella casa, estaba como flotando, Milagros lo miraba y lo veía como cuando un niño se despierta el día de Reyes. Aquello le venía grande, él no esperaba nada de aquello, simplemente quería saber, pero nunca hubiese supuesto encontrarse con una herencia de la que no tenía ni idea de que pudiese existir. El abuelo había fallecido hacía años y la abuela nunca habló nada de tierras ni cosa semejante. Ahora solo le quedaba averiguar lo que realmente había. Milagros le acompañó a visitar Pendueles, era tan pequeño y tan bonito, no podía imaginar que la abuela Martina hubiese nacido y vivido en ese maravillosos paraje, esa pequeña playa tan acogedora que parecía estar esperando a que algún visitante se diese un baño en sus preciosas aguas rodeado de unas maravillosas rocas, por las que a la hora de la baja mar, podían verse los cangrejos recorriéndolas de arriba abajo, era algo indescriptible, nunca hubiese imaginado una belleza tan natural, al alcance de cualquier ser humano y que de pronto el sintió como si solo fuese suyo. Solo acertaba a decir... Milagros, ¿te das cuenta de lo bonito que es esto? ¿Habías visto alguna vez algo parecido? Y pensar que me pueda pertenecer alguna parte de esta maravilla. — Milagros le respondió con toda naturalidad, — pues claro René, a esta playa vengo cuan do tengo tiempo pues es de lo más tranquila, te sientes como si estuvieses en casa dándote un baño de lo agradable que es. Yo me siento muy bien y muy relajada cuando vengo a pasar el día aquí. Suelo traer uno bocadillos. Si vengo sola después de un buen baño y haberlos tomado, me tumbo en la arena y me suelo quedar dormida mientras pienso en mis cosas o simplemente sueño, si vengo con mis sobrinos, traemos algunos juegos y lo pasamos en grande. También nos gusta mucho acercarnos a las rocas cuando ha bajado la marea y observar los animalitos que por entre ellas se mueven— Recorrieron el pueblo varias veces de punta a punta ya que René no paraba de admirarlo y pensaba cual de aquellas casinas podría ser la suya o quizás ya solo existiese el terreno. —Milagros de inmediato habrás de mirar en los archivos del ayuntamiento los expedientes que correspondan a los datos que D. Rogelio nos ha dado, para saber cuanto antes en qué lugar habitaron mis bisabuelos— Volvieron hacia Llanes, estaban muy contentos los dos. Milagros se sentía feliz de ver a René disfrutar como un niño. Había conseguido parte de lo que allí había ido buscando. Les quedaba la otra parte, Teleña la que dejarían para otro día pues ya se hacía tarde. —Te invito a cenar en casa, le dijo Milagros, te veo tan entusiasmado que así podremos charlar después de la cena de todo lo acontecido. — —Está bien dijo René, si ese es tu deseo— Fueron hacia la casa de Milagros y una vez allí, ella le dijo ponte cómodo que voy a preparar algo. Entonces René, se dio cuenta de lo agusto que estaba con esa mujer. No había vuelto a acordarse de Marcel para nada. A sus hijos y a Lina si los extrañaba, pero era tanta la paz que sentía al lado de Milagros, que solo pensaba en ellos cuando estaba a solas en el hotel. Se acercó a la cocina para ver lo que ella estaba cocinando. No te molestes mucho, cualquier cosa servirá para tomar una cerveza en tu compañía. Casi sin pensarlo, se acercó a ella por detrás y le sorprendió con un beso en el cuello. Ella tardó en darse la vuelta, estaba un poco aturdida, aunque realmente lo estaba deseando. Al hacerlo, le acercó su boca y depositó sobre sus labios un ardoroso beso al que naturalmente René respondió. Mantuvieron unidas sus bocas durante mucho rato, sus lenguas hablaban por ellos mientras se saboreaban dulcemente. Milagros apagó el fuego y le fue empujando hacia el salón en donde una vez tendidos en el sofá hicieron el amor hasta la saciedad, lograron llegar al clímax varias veces y se sintieron felices. Una vez terminado el acto se acomodaron en el sillón y siguieron acariciándose y besándose el resto de la noche. Por la mañana, Milagros se dio una ducha y rápidamente se dispuso a preparar café en lo que René se vestía pues ella debía acudir a su puesto de trabajo y además estaba ansiosa por llegar y buscar en los archivos, para realmente asegurarse de cuál era la posesión de René. Al termino de la jornada laboral, René fue a buscar a Milagros al consistorio, salieron desde allí hacia el puerto a dar un paseo ya que hacía una preciosa tarde y mientras le iba contando sus averiguaciones. Realmente había una pequeña finca que se correspondía con los nombres que aquel buen hombre les había dado; la casa que había en ella, era de pequeñas dimensiones pero habría de derribarse y hacerlo todo de nuevo. Ahora bien al no ser él el único heredero, debía consultar con su padre y hermanos, antes de poder ponerse manos a la obra y tomar decisiones que no solo a él correspondían. Milagros, le aconsejó, que antes de decir nada a su familia, debía ver lo que había en Teleña y después dar una extensa información y entre todos decidir qué harían. Así lo hizo. Por la noche una vez en el hotel, telefoneó a Lina para saber de ella y de sus hijos y no pudo aguantarse las ganas de contarle el hallazgo que había hecho. Le rogó que no dijese nada a nadie hasta asegurarse de todo lo que poseían. Cuando ya estuviese seguro, el mismo se lo contaría a su padre y a sus hermanos, pues realmente les correspondía a todos. Se encaminaron hacia Teleña y lo que René iba viendo por la carretera, le iba fascinando. ¡Qué hermosa tierra Dios mío! no creo que en ningún país del mundo haya tanta belleza como en estos parajes, son realmente hermosos. Según se iban acercando, se veían los praos con las vacas pastando, los caballos salvajes que hay en esa zona, todo era como una estampa. Llegaron al pueblo, se bajaron del coche y René abría más y más los ojos, como si no le cogiese en ellos tanta belleza. Lo pasearon lentamente, mientras saludaban a los paisanos. Las gentes de allí eran de lo más sencillo, saludaban con agrado a la vez que miraban atentos a los desconocidos. Era todo muy reducido, se veían algunas construcciones modernas pero realmente pocas. Encontraron un chigre donde entraron a tomar un refresco y de paso a hacer algunas preguntas al cantinero. René dijo de quien era familia y preguntó si le podían indicar lo que podría haber sido de sus bisabuelos y en parte de su padre. El cantinero lo dirigió a la casa de Saturnino, un señor de avanzada edad. Cuando allí se presentaron, René dijo ser nieto de Leoncio Vega, explicando que había marchado a Francia en plena guerra civil. Saturnino, se echó a llorar y lo abrazó con toda su alma. Apenas podía hablar, con un nudo en la garganta, dijo ser el hermano pequeño de Leoncio, su abuelo. Fue una emoción impresionante la que sintieron los dos hombres. Saturnino, sin parar de llorar decía: — ¿Cómo me iba a imaginar que a mis años sabría de la familia de mi querido hermano, mis padres se fueron sin saber que había sido de él y su familia, qué pesar tan grande se llevaron? Nunca se le ocurrió escribir ni decir que había sido de ellos aún después de haberse terminado la contienda ¿Cuánto miedo debió apoderarse de él para no volver a dar señales de vida? — René le contó todo lo que en Lyon habían hecho desde su llegada y lo bien que les había ido. Su padre desde muy joven se hizo cargo del restaurante y ahora era su hermano mayor el que lo llevaba, habiéndolo convertido en uno de los mejores, de toda Francia sin duda pero al que nunca cambiaron el nombre “EL ASTURIANO”, así le puso el abuelo y así seguiría por siempre. Le explicó su inquietud por conocer la tierra de sus abuelos y donde había nacido su padre y por eso se encontraba allí. Saturnino los invitó a quedarse unos días con ellos, pero ellos tuvieron que eludir la invitación debida al trabajo de Milagros, que había hecho el esfuerzo de llevarlo hasta allí. Si aceptarían una cena y seguirían hablando de todo. —Mira René, te voy a explicar lo que hay aquí de terrenos y de fincas, no es gran cosa, explicó Saturnino, mis padres hicieron tres particiones de lo que poseían antes de morir. Una para Carmelo, otra para mí y la que ellos se quedaron sería la correspondiente a tu abuelo o en su caso a su hijo si algún día aparecía. Carmelo, se casó y como ya has visto vive en Llanes, su parte la tiene arrendada a una buena familia pero por aquí desde la falta de los padres apenas ha vuelto. Yo me case con una moza de aquí y tuvimos un hijo el cual siendo aún niño murió. Después de muchos años de nostalgia y padecimientos, ella también me dejó. No he hecho otra cosa en mi vida nada más que trabajar y trabajar. He llevado siempre la parte mía, con mis animales y la de los abuelos hasta que las fuerzas me lo han permitido. A día de hoy, los praos los tengo arrendados a algunos vecinos para la hierba. Me dan cuatro perras pero es suficiente. El ganado hube de venderlo pues las cosas ya no estaban bien en cuanto a la producción de leche y lo que nos exigían, no era rentable. Lo que te quiero decir, es que si tú estás decidido a quedarte por aquí, te daría las escrituras y arreglaríamos lo necesario para que tú lo disfrutes— —Tío Saturnino, si me permite que así lo llame, esto no es cosa mía solo, yo he de consultar con mi padre y mis hermanos puesto que en realidad era la herencia de mi abuelo— —Pues consulta lo que quieras pero date prisa que ya ves lo viejo que soy y si falto los de Llanes vendrían enseguida a ver lo que pueden coger— Salieron de Teleña muy satisfechos de lo que habían logrado. Milagros le dijo que debía acelerarse. Saturnino tenía razón y esas cosas no se debían demorar. No sabían en valor que aquello podría tener, debían hablar el padre y los hermanos y decidir entre todos que hacer. Esa noche, René volvió a telefonear a Lina y le explicó lo que había, todo lo que había encontrado y acontecido con el hermano de su abuelo. Ella se alegró mucho al verlo tan contento. Por la mañana, nada más despertarse, llamó a su padre y le contó lo que había encontrado, le pidió que fuese con él para verlo y quedaría tan fascinado de su tierra como él lo había hecho. Debía contárselo a sus hermanos y lo mejor sería que fuesen los tres a reunirse con él y decidir que hacían. Todavía estaba a tiempo de conocer a sus dos tíos que eran ya muy mayores. El tío Carmelo, tenía 95 años y el tío Saturnino 85, se llevaban cinco años cada hermano según este último le había comentado, es decir el mediano era Leoncio ¡Anímese padre y anime a mis hermanos! mañana le vuelvo a llamar y espero que sean satisfactorias las noticias que me den. La noche siguiente, René, volvió a llamar a su padre para saber lo que habían hablado sus hermanos y él y a la conclusión que habían llegado. —Padre, estoy impaciente por saber qué es lo que han decidido— —René hijo, tus hermanos en este momento no están dispuestos a viajar, Fransua ya sabes que está muy liado con el restaurante y Gilbert, tiene unos juicios a los que no puede dejar de asistir, son de unos buenos clientes. Y yo, no sé qué decirte hijo, se me hace muy cuesta arriba viajar, si al menos tu madre accediese a venir conmigo, pero eso supondría tener que dejar sola a la abuela por unos días— —Padre, no lo dude, la abuela estará bien atendida por mis hermanos si algo necesita y sabe que también pueden contar con la colaboración de Lina y Anne Marie si fuese preciso, es una oportunidad que tiene de ver su tierra natal y conocer a sus tíos vivos que no se sabe el tiempo que podrán durar debido a la avanzada edad que tienen— —Está bien hijo hablaré con tu madre y te diremos lo que pensemos— René al día siguiente le comentó a Milagros la conversación que había tenido con su padre y que parecía haberle convencido para que fuese a visitar su tierra. Ella también se puso muy contenta pues sabía la ilusión que le hacía a René y lo importante que era el que pudiesen arreglar los papeles a su nombre ahora que todavía estaban a tiempo. Esa misma noche, Faustino habló con su hijo y le confirmó que irían su madre y él a visitarle. Solo quedaba que le dijesen día y hora de llegada y en que transporte lo harían. Se puso muy contento pues con esa visita, además de poder abrazarlos, solucionarían todo el papeleo que se necesitaba para que los terrenos que les pertenecían fuesen suyos definitivamente. Según lo que hablase con su padre, y lo que los hermanos opinasen después de todo arreglado, René tenía ya proyectos en su cabeza. Sería para todos el beneficio de haber encontrado aquellas tierras. Faustino y Lorena, llegaron al aeropuerto de Oviedo en donde les estaban esperando Rene y Milagros. Esta fue presentada como una amiga que le estaba ayudando como funcionaria que era, a recuperar papeles, a visitar a los familiares y en todo lo que estaba necesitando por esas tierras que para él eran desconocidas. Se alojaron en el Don Paco, en una habitación estupenda que su hijo había reservado para ellos y se sintieron realmente como en casa. René todavía vivía en el hotel, pues aunque pasaba mucho tiempo con Milagros, todavía no se habían decidido a vivir juntos, el decía que debían esperar un poco más y ver como se iban desarrollando los acontecimientos. La llegada de los padres fue una alegría para René y Milagros pudo conocer a los padres de su novio. Eran gente sencilla como él, muy agradable y cariñosa. Faustino, aun siendo español, no lo parecía y es que llevaba en Francia desde su más tierna infancia. Cenaron todos juntos y durante la cena, René hizo a sus padres la presentación de Milagros oficial, era su novia y pensaba casarse con ella en breve. Los padres se pusieron muy contentos de ver feliz a su hijo, aunque no comprendieron nunca el que se hubiese ido tan deprisa de Lyon, dejando a su esposa y a sus hijos y es que realmente ellos no tenían ni la menor idea de lo que había pasado con Marcel y desde luego no pensaba contárselo jamás. Comenzaron a hacer planes para visitar a los familiares y también visitarían durante su estancia toda Asturias. Primero visitarían a Carmelo, el tío que vivía en Llanes, después se desplazarían a Teleña a visitar a Saturnino y con el ya hablarían de lo que les correspondía y de lo que allí podría hacerse. Los tíos recibieron una gran alegría cuando por fin conocieron a su sobrino, ellos pensaban que partirían de este mundo sin haberlo conocido, pero no fue así, el arrebato que tuvo René de volver a España hizo el milagro y ahora estaban todos juntos celebrando la ocasión. Faustino sabía, que por parte de su madre no podría conocer a nadie habiendo ella sido única hija, pero en el tiempo que allí estuviese haría todos los posibles por tratar de encontrar a algún pariente más o menos cercano. Nada le gustaría más ya que por parte de su padre y gracias a su hijo, había logrado reencontrarse con sus tíos. Cuando se acercaron a Pendueles a ver lo que quedaba de la casa de sus abuelos maternos, a Faustino se le llenaron los ojos de agua pues, aunque partió de allí con tan corta edad, le vino algún vago recuerdo a la mente y sin pensarlo, emprendió camino por un sendero que iba hasta la mar ¿Cómo era posible que se acordase de aquello siendo tan pequeño cuando salió de aquel pueblito? Claro está era donde había vivido con sus padres y sus abuelos sus primeros años de vida. Viendo lo que quedaba de casa y corral, estaba claro que si allí querían hacer algo, habrían de tirarlo todo abajo y hacer lo que fuese de nuevo. Pero de eso ya hablarían, primero tendrían que sopesar todo y también decidir con los hermanos de René, pues también a ellos les pertenecía parte de esa herencia. Faustino quedó fascinado con lo que fue su pueblo, pequeño pero maravilloso y esa playa, habían pasado tantos años que lo había olvidado por completo, pero ahora al volver a pisar aquella arena. Esas rocas que la envuelven, esos acantilados entre los que destaca un gran islote rocoso unido por una lengua de arena con la tierra firme y en el cual anidan cantidad de gaviotas. En esos acantilados; el mar ha hecho una buena labor creando inmensas esculturas calizas y grutas en las que poder cobijarse. Sus aguas agitadas de blanca espuma remueven con su bravura el suelo de gravas y cantos. Le vino a la mente el recuerdo de pincharse los pequeños pies cuando junto a su madre allí se bañaba. Esa noche, a Faustino le costó conciliar el sueño, quería recordar, pero… hacía tantos años que era imposible, algunos retazos llegaban a su mente, de la casa, el corral, los abuelos, pero todo muy confuso, todo como en sueños revueltos sin saber si era cierto o producto de la imaginación. Lo que no le cabían dudas era de lo maravillosa que era su tierra. Ahora le pesaba no haber vuelto antes a visitarla, quizás si sus padres no hubiesen tenido tanto miedo, el se habría animado, otros muchos españoles lo habían hecho y no había pasado nada, pero ya se sabe, las mentes de las personas se aferran a unas ideas, incluso se las inculcan a los hijos y esas ideas con el tiempo distan mucho de la realidad. Llegado el fin de semana, se pusieron rumbo a Teleña, el pueblo en el que había nacido Leoncio, allí les esperaba Saturnino, el hermano pequeño. Les enseñó todo lo que allí había de la familia, lo que era propiedad de Carmelo, lo suyo y lo que hubiese sido de Leoncio. Ahora que el ya no podía y viendo que René estaba tan entusiasmado con el pueblo, le dijo con estas palabras: —René, si tú me prometes que harás aquí algo de provecho, te arreglo las escrituras y mi parte te la dejo a ti en herencia. Los de Llanes no aparecen y además tienen lo de su padre, y con lo mío hago lo que quiero— Pero… tío, —Ni tío ni ná, ahora estoy en mi sano juicio todavía y por si acaso, esto está decidido, ya es tuyo— Gracias de todo corazón, no sé qué decir, no me salen las palabras, es como un regalo del cielo pues no había visto tierra más bonita en toda mi vida. Le prometo que haré algo en sus tierras, que no pasará desapercibido para nadie. —Pues eso es lo que tienes que hacer, solo me tienes que dejar en la casa en lo que yo viva, una vez que estire la pata, tuyo es todo— Al regreso a Llanes, Faustino que era de lágrima fácil, las iba soltando a raudales, pues lo que su tío recién conocido había hecho con su hijo, le parecía de una tremenda generosidad y como se había portado con él mismo, sin ningún problema, les había presentado los papeles para poner al día sus tierras y que pudiesen hacer con ellas lo que les viniese en gana. René, que se había dado cuenta de lo bonito que era el pueblo, de pronto le vino una idea a la cabeza. Tendría que madurarla y hablar con sus hermanos pero si ellos no aceptaban, en lo que a él le había donado tío Saturnino, montaría sin lugar a dudas una Casa Rural y la pondría de nombre “CASA SATURNINO”, a ser posible, una vez decidido lo que los demás querían hacer, comenzaría las obras lo antes que pudiese para que su tío viese que su regalo, daría sus frutos y sería un homenaje a su desinterés. Una vez que sus hermanos le dieron su aprobación y los papeles estuvieron todos en regla, René se lanzó a comenzar las obras y al poder juntar la parte que a él le había regalado Saturnino con la que le correspondía a su padre y por tanto a todos, la casa sería mucho más amplia. Tendría toda clase de servicios modernos, jardines e incluso una pequeña huerta de la que los productos que sacasen sirviesen para la carta del comedor. También pondrían algún animal, tipo granja pequeña que alegrase a los visitantes sobre todo si llevaban niños y de igual modo, bien fuesen huevos, leche etc. Se utilizasen como los productos de la huerta. Trataría de salvar los pomares que había plantados desde dios sabe cuándo, así como los avellanos, por todos los medios quería dejar constancia de que allí antes que él habían estado sus ancestros y sabía respetar lo que con sus manos habían conseguido. En cuanto al pueblo de Pendueles, le pidieron que hiciese una gran casa con un pequeño jardín, en la cual viviese él y la disfrutase pero sí que hiciese habitaciones para los padres y para los hermanos, para cuando quisieran pasar allí unos días. Accedió gustoso, pues él pensó, que su sitio estaba allí, que a Lyon volvería cuando le apeteciese pero que realmente él quería vivir en España. Así lo hizo, en primer lugar, fue necesario derruir lo que fue la casa de sus abuelos y los padres de sus abuelos y sabe Dios desde que año aquellas cuatro paredes habían acogido a sus antepasados. Una vez limpio el lugar, comenzaron a hacer los cimientos para levantar una casa de nueva planta en la que ateniéndose a las ordenanzas municipales, construir dos alturas. La planta superior, se dividiría en un distribuidor y seis habitaciones cada una con su cuarto de baño. En la planta baja, se haría un hermoso salón, habitación de servicio, cocina, cuarto de baño y una amplia despensa. En los planos, no podía faltar una cochera y un pequeño jardín, alrededor de la casa, que más que jardín fuesen amplias jardineras y un pequeño paseo pues el terreno no daba para más. Se aprovechó hasta el último centímetro de terreno. La construcción se hizo al más puro estilo asturiano. Piedra y amplios corredores de madera con sus miradores acristalados desde donde poder durante el invierno, aprovechar las horas de sol y contemplar el mar unas veces en calma y otro embravecido, golpeando su furia contra los acantilados. Una noche, René llamó a Lina y le confesó su intención de casarse con Milagros, ya le había hablado de ella en varias ocasiones y de lo bien que se portaba con él. Sin lugar a dudas se había enamorado de ella. Para poder llevar a cabo la boda, era preciso que ellos dos se divorciasen con anterioridad. Lina no puso ninguna objeción, estaba de acuerdo y ella misma le facilitaría todos los documentos y lo que fuese necesario para llevar a cabo ese trámite. Ella lo seguía queriendo y lo que más le importaba es que él fuese feliz. Sin duda era una gran mujer. Lina solo le dio un consejo, si Marcel se enteraba ¿Qué pasaría? Pues estaba claro que seguía obsesionado con encontrarlo, por lo menos a ella no dejaba de darle la lata, pues suponía que ella sabía en donde se encontraba. —Eso que no te preocupe Lina, si a ti te parece bien que me case, lo demás no importa, por mi parte ese episodio está olvidado y por supuesto que Milagros de esa historia no tiene ni idea y nunca la tendrá por mi parte— En muy poco tiempo, Lina le envió los papeles que tenía que firmar para hacer efectivo el divorcio y así poder contraer nupcias con Milagros. Tardaron algo más de un año en la construcción de la casa y mientras René, seguía viviendo en el Hotel Don Paco. Allí se encontraba cómodo y aunque Milagros le había propuesto en varias ocasiones que se fuese a vivir con ella, el siempre le contestaba lo mismo. —Nos iremos a vivir juntos cuando nos casemos y eso será en el momento en que la casa esté terminada y amueblada a tu gusto, te mereces estrenar lo que me has ayudado a conseguir— Mientras se iba subiendo la casa de Pendueles, se comenzaron también las obras en Teleña para hacer la Casa Rural. Aquella construcción, era más complicada. Al tener una utilidad como negocio, los permisos y licencias eran más costosos y también los planos, serían más difíciles, pues eran muchos los servicios de los que debía constar y René, pretendía hacerlo todo bien para después no tener problemas una vez que se hubiese abierto al público. De aquel terreno, saldrían unas diez habitaciones con su correspondiente baño cada una y una salita independiente con una pequeña cocina en la que el forastero poder cocinarse lo más elemental. Debería tener calefacción en todas las estancias, garaje para cada una de las habitaciones, así como también un comedor global en el que se servirían desayuno, comida y cena para todos los huéspedes que así lo deseasen. También se harían tres habitaciones de servicio para los empleados que la atendiesen y una cocina amplia en la que poder preparar los platos adecuados para cuando todos los visitantes acudiesen a comer si así lo requerían. También constaría de una lavandería y cuarto para la plancha. Todo tenía que estar muy pensado y muy bien distribuido. La cocina el comedor y los servicios, estarían en la planta baja y las habitaciones de servicio, así como el garaje y la lavandería, habrían de estar en la planta sótano pues había que respetar las condiciones que el ayuntamiento exigía. Todo muy bien calculado, René, ya en principio, se puso en contacto con un matrimonio sin hijos, de una edad rondado los cuarenta años ambos, habitantes de Teleña y que estaban dispuestos a llevar ellos la casa, por falta de trabajo en la capital, habían vuelto al pueblo de sus orígenes y se dedicaban al campo, pero realmente no daba para mucho. Desde ese mismo momento, Ángeles y Constante, pasaron a ser los empleados de confianza ya que deberían llevar ellos el negocio, ya que René viviría en Pendueles y por allí pasaría una o dos veces en semana, según la climatología. Todo iba viento en popa, René y Milagros, se disponían a preparar su boda para cuando la casa estuviese terminada, cosa que sería en breve espacio de tiempo. Milagros tenía una ilusión por casarse como si fuese una veinteañera, se había enamorado de René hasta lo más profundo de su ser y él de ella también, aunque algunas veces en la soledad de su cuarto, hacía alguna comparación entre ella y Lina y terminaba pensando que no valían las comparaciones. El amor que por Lina había sentido en su juventud, había sido apasionado como requería su edad, le había dado dos maravillosos hijos y realmente le había hecho muy feliz. También se decía para sí mismo, que si no hubiese aparecido Marcel, quizás nunca se hubiese separado de ella y ahora no se encontraría en España. Por otro lado, Milagros, era una gran mujer, una mujer a la española, como es natural, muy amante de su casa, eficiente en el trabajo, muy profesional. En cuanto a lo personal, muy cariñosa, sensible, amable, con unas tremendas ganas de hacerlo feliz y con una ilusión por pasar el resto de sus días junto a él incomparable con nada. Se la veía tan enamorada ¿Qué pensaría de él si en algún momento se enterase de su relación con Marcel? Era posible que se desengañase y lo dejase. No quería ni pensarlo, él también se había enamorado de ella, aunque con ese amor que dan los años, ese amor tranquilo, sosegado, sin locuras, pero a la vez firme en palabras y hechos. Procuraría que nunca lo descubriese, pues sabía que en su familia anterior había producido mucho daño, un daño que hasta ahora, no sabía si sus hijos lo habrían perdonado y de lo cual estaba muy arrepentido. René, seguía hablando con Lina por teléfono con cierta asiduidad, la tenía al corriente de todo lo que allí estaba sucediendo, de cómo iban las casas, de los gastos que tenía, pero que pensaba que podrían ser recuperados en poco tiempo si se daba bien el negocio. También le contaba lo entusiasmado que estaba con Milagros y que realmente se había enamorado de ella. Entonces, Lina le respondió: —Querido, me alegro mucho de que estés tan bien con esa señora. Después de todo lo que pasó entre nosotros, yo sabía que tú en el fondo no eres MARICÓN, fue ese maldito Marcel el que te llevó a la perdición de nuestra familia y al borde de la locura. Yo jamás podré olvidar lo que fue nuestra vida en común, fueron muchos años de felicidad común. Nos amamos intensamente y en el fondo de mi corazón yo te sigo amando, me distes dos maravillosos hijos, pero… eso no quita para que me alegre de que tú rehagas tu vida, de que seas feliz y le hagas feliz a ella. Que el resto de tu vida lo pases junto a esa persona y que ella sepa valorarte y amarte como yo lo hice hasta el día en que saliste de nuestra casa. Si el destino ha querido que sea fuera de nuestro país donde hayas encontrado la felicidad, no seré yo la que ponga ninguna pega, al contrario adelante que te lo mereces— René se emocionó al ver la bondad y la sinceridad con que Lina lo había hablado, no le cabía duda de que lo seguía queriendo, pero para él después de todo lo que había sucedido, lo mejor era continuar con la vida y los proyectos que había comenzado y de los que estaba seguro de que no se arrepentiría jamás. Tenía mucha ilusión en lo que estaba haciendo, había puesto toda la carne en el asador y sabía que triunfaría en España. Una vez terminada la casa de Pendueles, comenzaron a amueblarla, Milagros se decidió por una decoración sencilla pero con mucho gusto y ordenó confeccionar visillos blancos para toda la casa, así como cortinas de cretona estampada para el salón y los dormitorios de invitados, esas telas siempre daban un aspecto muy hogareño y muy cálido. Para el principal, sin embargo, decidió poner un adamascado en color topo para las cortinas, así como para el tapizado de los sillocintos descalzadores y las faldas de la mesita camilla, así como el edredón. Los visillos serían en beige y también en el mismo color la mantita sobre puesta sobre los pies de la cama. En los techos se habían instalado bombillas alógenas a las cuales se les podía graduar la potencia de alumbrado. Sobre las mesitas de noche, unas sencillas lámparas portátiles así como en la mesita camilla como lámpara de lector, con amplias pantallas en color beige, haciendo juego con los visillos y la mantita sobre la cama. Los muebles eran de estilo clásico, sobrio y sencillo. En el resto de las habitaciones, cada una la amuebló con diferentes estilos, unos en forja, otros rústicos y otros coloniales, incluso se permitió hacer algunas mezclas que quedaron en la casa de lo más acogedor. Los muebles del comedor fueron rusticas y acogedores, dando una gran calidez a la habitación que debía ser la más cómoda de toda la casa. Grandes sofás de plumas en los cuales se hundían viendo la televisión al amor de la lumbre de la chimenea. No faltaba un detalle, estaba todo pensado y estudiado. Aquello debía de ser un hogar en el que encontrarse como en el cielo. La cocina fue amueblada de estilo moderno, aprovechando cada rincón de la misma, dotada con toda clase de electrodomésticos, tanto grandes como pequeños. Su menaje, todo el contenido y lo necesario para una cocina en la que en algún momento podrían juntarse al menos doce personas. El cocinar allí, debía de ser un placer no una necesidad. Los baños también se amueblaron al estilo moderno pues se buscaba la mayor capacidad en los mismos para poder tener en ellos todo lo necesario, como son toallas, albornoces, productos de higiene. Grandes espejos sobre los lavabos y un sinfín de detalles que uno se pueda imaginar. Las galerías acristaladas que bordeaban la casa, también fueron amuebladas con un exquisito gusto, así como el mobiliario del pequeño jardín. Una vez que todo estaba listo, fijaron la fecha de la boda. A Milagros, le hacía mucha ilusión casarse por la iglesia. René, aunque católico, no era hombre de iglesia, en Lyon apenas iba alguna vez a misa, y con Lina, se había casado por el juzgado, pero en esta ocasión era diferente, no quería negarle nada a Milagros. Con el párroco de Llanes, había coincidido en varias ocasiones y habían hecho bastantes buenas migas por lo que se puso al habla con él. El sacerdote que bien conocía a Milagros, se puso muy contento de que al fin tan buena zagala, hiciese realidad sus sueños de casarse y por la iglesia. Era una pena que sus padres no la pudiesen ver pues era el ojito derecho de ellos, hasta su fallecimiento, les había dedicado su vida hasta ese instante. Todos los que la conocían iban a alegrase mucho con tan buena noticia. El banquete se celebraría en el Don Paco, ya que para René era como su casa y había hecho una gran amistad con los propietarios que sería un desaire tremendo el no hacer allí el banquete. Sabía que le darían lo mejor que tuviesen y se esmerarían en que todo saliese de maravilla. Milagros le pidió a René que invitase a toda su familia, sería un buen momento para que sus padres volviesen a reencontrarse con él, así como sus hermanos y que decir que por supuesto Lina y sus hijos debían de estar a su lado en ese día tan importante para ellos. Su madre todavía podía llevarlo del brazo al altar y en caso de no poder que lo hiciese su hija. Por su parte, a Milagros la llevaría su hermano que era a quien le correspondía al no tener padre. Todo estaba ya planeado y bien planeado. René llamó a sus hermanos, a sus padres y por supuesto a Lina y a sus hijos haciéndoles extensiva la invitación también por parte de Milagros. Todos se pusieron muy contentos dándole la enhorabuena y confirmándole la asistencia de todos al enlace. Llegó la fecha señalada, y tanto los contrayentes como todos los familiares, celebraron el enlace con suma alegría. La novia estaba radiante con su vestido de gasa, adornado con pedrería en el cuerpo, y haciendo resaltar sus espléndidos hombros el amplio escote en forma de barco. También llevaba un velo largo, al ras de la cola, todo rematado en blonda que era una maravilla. El ramo era un bouquet de rosas blancas y rojas, haciendo juego con el tocado de la cabeza. René, con un sencillo traje negro al igual que el padrino, todo muy sencillo a la vez que sobrio y elegante. Las dos sobrinas pequeñas de Milagros, fueron las encargadas de llevar hasta el altar las arras y las alianzas. Iban ataviadas con sendos vestidos blancos, nido de abeja en el pecho y gran lazada en la espalda, calcetines y zapatos blancos y en el pelo unas pequeñas florecillas blancas y rojas a juego con el tocado de la novia. El padrino sin duda fue el hermano de Milagros y la madrina, aunque le correspondía a la madre de René, dijo que sería mejor que lo llevase al altar su propia hija y así lo hizo, con lo que le demostró que no había ningún rencor en ella por lo que había sucedido en el pasado. Todo salió de maravilla, había mucha ilusión y se les veía muy enamorados por lo que se les auguraba un gran futuro. Todos los acompañantes que habían llegado de Francia estaban hospedados en el Don Paco, por lo que pudieron alargar la velada hasta altas horas de la madrugada. Los novios también esa noche la pasaron allí pues la gran amistad que había hecho René con los dueños, hizo que les preparasen la mejor suite del hotel. Al entrar en la misma, la encontraron llena de flores, frutas y varias botellas de cava. Para su primer desayuno de casados, solo tendrían que coger el teléfono y pedir lo que deseasen, todo era gentileza de la casa. Al día siguiente, comerían y pasarían el día con los familiares de René para poder conocerse mejor y tomar un contacto con la que ahora ya era su nuera y su cuñada. Por la noche después de cenar en familia, los novios irían a Pendueles a estrenar su casa. Todavía se quedaron unos días antes de partir de luna de miel, para poder enseñar a la familia todos los alrededores y por supuesto que viesen lo que se estaba construyendo en Teleña, para comenzar cuanto antes con la casa rural, que en definitiva sería de todos. Quedaron encantados con las obras y con el pueblo, era de lo más acogedor y todos estaban de acuerdo en que era el sitio idóneo para el negocio que René había planteado. Era una nueva forma de hacer turismo que se había puesto muy de moda, también en Francia y que les podía reportar pingües beneficios. Estaban seguros todos de que René junto a la que ahora era su esposa serían capaces de sacar adelante aquel proyecto. René, era si cabe el hermano más tímido y el menos lanzado a la hora de hacer negocios, pero en esta ocasión, se había lanzado de cabeza y seguro que muy acertadamente. Partieron al viaje de novios. René lo había preparado con todo esmero, ya no eran unos niños y no quería ir al Caribe como hacían ahora los jóvenes, ellos darían una vuelta por Europa. Todo fue una sorpresa para Milagros pues ella no sabía a dónde irían, lo había dejado en manos de él, solo sabía que iba a ser largo y que en las maletas debía de meter ropa de abrigo y veraniega, pues dependiendo del sitio deberían utilizar una u otra. El primer lugar que visitaron fue Londres, para ella que no había salido de Asturias, fue una autentica maravilla, después de tres días, se fueron a Holanda ciudad que la embrujó, siguieron hacia Bélgica, pasando por Bruselas, Gante y Brujas, así como diversos pueblitos pequeños de los que los dos quedaron prendados, Luxemburgo pequeño país pero con un encanto muy especial, Alemania donde visitaron las principales ciudades, Italia visitando Roma y al Santo Padre, Florencia, Venecia, Milán, Austria, Viena, Hungría, Budapest. De todos los países trajeron en sus mentes cantidad de recuerdos. Lo pasaron estupendamente, fue realmente maravilloso, Milagros nunca podía haber soñado con una luna de miel de esas dimensiones. Era feliz hasta la saciedad. A su regreso, se incorporó a su puesto de trabajo, pues habían llegado a un acuerdo y aunque René no era partidario de que siguiese trabajando, ella alegaba que le había costado mucho obtener aquel puesto y que por el momento no pensaba dejarlo, además así el podría dedicarse con más libertad para ir y venir a su antojo mientras vigilaba los últimos pasos de la construcción de Teleña. Eran momentos muy cruciales y determinantes para que el final fuese del agrado de todos y no tener que hacer ningún arreglo ya que se debían a tener a lo que el ayuntamiento les exigía y no quería además que se demorase la apertura del establecimiento. Había prometido que su tío Saturnino debía de ver el negocio en marcha y así lo haría. Todo iba de perlas, en casa habían metido una persona de servicio fija, que se encargaba de la limpieza, cocina, plancha, es decir que Milagros, solo se ocupaba de ir a su trabajo hacer la compra y cuidar de su esposo que era lo que más le entusiasmaba de todo. No pasaba un día que no le preparase la ropa que debía ponerse, todo conjuntado, aunque él siempre había ido muy bien arreglado pero para ella era un auténtico placer el ser ella personalmente quien se ocupase de tal tares.. Por las tardes, cuando volvía a casa después de comer, reposaba un poco y si René accedía, daban un buen paseo, les gustaba mucho andar. Una vez terminadas las obras de la casa rural, tuvieron que amueblarla y eran muchas las cosas que había que comprar para ponerla en marcha. Los dormitorios, decidieron ponerlos unos estilo rústico, otros en forja y otros simplemente con los cabeceros tapizados y por mesillas unas mesitas camilla con sus faldas coordinadas con las colchas y las cortinas. Milagros tenía un gusto exquisito. Los baños fueron también amueblados de modo muy sencillo y funcional para que los huéspedes se sintiesen lo más cómodos posible. Las salitas de las habitaciones, debían de ser sencillas pero acogedoras a la vez que cálidas, sobre todo teniendo en cuenta que el enclave donde se encontraba la casa era montaña. También dotar de los más elementales accesorios de cocina para cada habitación. Ni que decir tiene que no solo tuvieron que amueblar las habitaciones, también hubo que dotar a la casa de vajillas, cristalerías, menaje de cocina, cubertería, toda clase de ropas de cama y mesa, adornos, buenos sillones para que los clientes estuviesen cómodos en el salón conjunto, muebles para la terraza y jardín. También debían ocuparse de los aperos para la huerta y la pequeña granja que iban a montar, en fin era mucho el trabajo que tenían por delante. Estaban muy entusiasmados con lo que estaban haciendo y eran felices. Por las noches cuando llegaban a casa, después de cenar, gustaban de sentarse en los sofás, muy juntos, abrazados, viendo algún programa de televisión mientras disfrutaban de las miles de caricias que mutuamente se hacían. Por las mañanas, Milagros salía a su trabajo y René iba y venía pidiendo permisos y activando todos los trámites para poner el negocio en marcha. Todo llevaba muy buen camino. Así transcurrieron los seis primeros meses de su matrimonio, eran sumamente felices. Por fin la casa rural se puso en funcionamiento. El tío Saturnino, estaba orgulloso de ver su nombre en aquel relumbrante establecimiento. Ni el mismo hubiese soñado con un negocio de tanta enjundia y que llevase su nombre, sabía que había hecho lo correcto, dando en herencia a su sobrino nieto sus terrenos. Veía que sabía lo que se traía entre manos, y que sería un prospero negocio para la familia. René puso en conocimiento de agencias de viajes y oficinas de turismo el anuncio de la casa rural, en poco tiempo comenzaron a tener clientes, llegaba el buen tiempo y era tan bonita la zona en donde estaba enclavada, que la solicitaban y se hacían reservas desde toda España. Todo había comenzado con muy buen pie, si todo seguía de esa manera, muy pronto comenzarían a recuperar el dinero aportado y a tener beneficios. Por las noches, René solía llamar a sus padres a darles noticias de cómo iba todo. Ellos estaban orgullosos de lo que había conseguido montar y de que todo fuese saliendo tal y como él había planeado. Había tenido buena vista para encarrilar ese negocio. No tardaron mucho tiempo el matrimonio encargado de la casa, Constante y Ángeles de pedirle que los fines de semana contratase a alguien más para por lo menos servir las mesas pues ellos no alcanzaban con tanto trabajo. Aunque no era un pueblo que pillase de paso, el nombre de la casa se había corrido por la comarca y eran muchos los forasteros que se acercaban a comer a la misma. En principio solo se pensó en que el comedor sería para los habitantes de la casa, pero el matrimonio, hablaron con René y le dijeron que no debían desperdiciar las oportunidades de las gentes que allí se acercaban solo para comer. René sopesó la oferta y les dijo que adelante, si a ellos no les importaba un poco más de trabajo, llevaría a dos muchachas del pueblo para contribuir al trabajo de los fines de semana. Eso sería beneficioso para todos. Eran gente muy trabajadora y supieron acoplarse muy bien al negocio, realmente lo entendían. Una noche cuando llegaban a su casa de Pendueles, la criada le dijo a René que Don Paco el del hotel, le había llamado por teléfono, que cuando pudiese se pusiese en contacto con él. Era ya tarde y él consideró que sería mejor esperar a la mañana siguiente, estaba cansado y prefería ir a la cama con Milagros que al día siguiente tenían que madrugar. Al día siguiente, por la mañana, como de costumbre acompañó a Milagros al trabajo y después se encaminó al hotel. Cuando le vio el recepcionista, le hizo pasar al despacho de Don Paco, pues sabía que les gustaba tomar cafés juntos en el mismo. Se saludaron como de costumbre. Enseguida René le preguntó que quería de él, que Teodora la criada, le había hablado de su llamada. —Si te llamé ayer por la tarde y Teodora me dijo que no te encontrabas en casa, no era urgente, simplemente que supieras que había venido un señor preguntando por ti. Se ha hospedado aquí— —Y ¿quién es? Y ¿qué quería?— —Dice llamarse Marcel Dibua y parece francés— René, se quedó mudo, blanco como una hoja de papel. No sabía que decir. —Es que le conoces acaso, ¿Qué te pasa?— Tardó René en reaccionar y luego contestó: —Si le conozco. Compañero del hospital en el que trabajaba, cardiólogo para más señas, pero… no esperaba su visita y hace años que no sabía nada de él, como habrá sabido donde me encuentro— —Pues se lo habrá dicho tu familia— —No lo creo, él no conoce a mi familia, a la única que conoce es a Lina y ella estoy seguro de que jamás le diría el lugar en el que vivo— —Ja,ja,ja, pues te habrá investigado. Parece simpático el tipo y muy hablador. Parece conocerte muy bien y vaya que si se alegró cuando le dije que eras muy amigo mío. Entonces me dijo, pues si son tan amigos ya le habrá dicho que nosotros hemos sido mucho más que amigos— —René, creía que se iba a caer redondo al suelo, sintió un gran mareo y una gran angustia, casi tartamudeando le preguntó y ¿Qué más te ha dicho? Nada me dijo, que pensaba quedarse por estas tierras una gran temporada, que sus deberes en su país habían terminado y no tenía prisa por volver. Una vez que te había encontrado pensaba conocer bien esta tierra y a ser posible recorrer toda España— Dios mío, por qué ha tenido que encontrarme, decía René para sus adentros, esto puede ser mi ruina y el final de mi feliz matrimonio. —Cuando le veas, por favor dile que ya me has informado por teléfono de su visita y que en cuanto pueda me pondré en contacto con él. Pero te pido un gran favor, no le digas donde vivo ni en donde trabaja Milagros, es mejor que yo le vea antes de saber esas cosas— —Está bien hombre, como quieras, ya sabes que lo que tú me pidas será respetado en nombre de nuestra amistad— René salió del hotel cabizbajo y meditabundo, no podía creer lo que estaba sucediendo y ¿ahora qué? Que pretendería de él, después de tanto tiempo él pensaba que ya se habría olvidado de su existencia. Pero no, sería posible que por segunda vez le hundiese la vida. Esta vez no estaba dispuesto a dejarse engatusar. Había sido lo peor que le había sucedido en su vida. De no haber sido por él, seguiría en Lyon con su esposa y sus hijos y ahora que había vuelto a ser feliz, que tenía una vida plena con Milagros y con su negocio, querría fastidiarlo todo. No rotundamente no lo consentiría, lo alejaría de su vida para siempre y sobre todo su esposa no debía saber nada de lo sucedido con aquel hombre. Esa noche no pudo conciliar el sueño, daba vueltas en la cama de un lado para otro sin parar, menos mal que Milagros era de buen dormir pero aún así logró despertarla — ¿Qué te pasa mi amor? ¿Te sientes mal? ¿Quieres que te prepare una tisana?— No es que me he desvelado y cuando no puedo dormir me pongo muy nervioso. No te preocupes que voy a bajar al salón a ver la televisión a ver si así logro que me venga el sueño. —Está bien como quieras, pero si quieres algo dímelo por favor— —Mi amor, lo único que quiero es a ti y estar siempre contigo— Se bajó al salón y puso la televisión como le había dicho a Milagros, pero no veía ni oía nada, solo pensaba en cómo afrontar aquella tremenda situación que se le presentaba. Lo que estaba claro es que ya no podía eludir el encuentro, lo mejor sería hacerlo cuanto antes y que Dios le protegiese. Por la mañana, cuando sintió que Milagros se levantaba, subió al dormitorio para prepararse como todos los días, para acompañar a Milagros. Después acometería aquella encrucijada. Llegó al hotel y preguntó por Marcel, le dieron el número de habitación pero el dijo que lo avisasen, que lo esperaría en la cafetería. Así lo hizo, se sentó en una de las mesas de la terraza desde donde se veía el mar, una mesa en la que tantas y tantas veces se había sentado pero por placer, solo el placer de ver el mar mientras pensaba en sus proyectos, ahora que distinto era, estaba esperando al hombre que creía haber amado y que había hecho que toda su vida se hubiese ido al traste. ¿Cómo reaccionaría al verle? Esperaba sinceramente que se comportase como un simple amigo, pues no estaba dispuesto a dar ningún escándalo en el sitio que también lo habían acogido y en donde había vuelto a encontrar la felicidad. Cuando vio aparecer a Marcel a través de las cristaleras, se puso a temblar, que podía haber visto él en aquel hombre para haberlo hecho perder la cabeza. Ahora sentía repulsa hacia él, asco si cabe, estaba decidido procuraría que se fuese de allí cuanto antes. Al llegar junto a él, se estrecharon la mano y Marcel hizo ademán de darle un abrazo, pero René no lo aceptó. Se sentaron y pidieron sendos cafés. Había tensión entre ellos, se adivinaba con solo mirarlos. —Verás que te he encontrado, dijo Marcel con voz seria, aunque no fuiste capaz de despedirte de mí, pero debías de haber sabido que tarde o temprano te encontraría— — ¿Quién te ha dicho donde vivía— —Nadie, puedes estar orgulloso de que tu familia bien ha guardado tu secreto, pero ya lo ves, aún sin sus indicaciones, yo he sabido buscarte— —Y ¿puede saberse para que me has buscado? Si me fui sin despedirme y sin decirte a donde me dirigía, debías haber deducido que no quería volver a saber nada más de ti— —Pues aún así, yo no me doy por vencido, te quise y te sigo queriendo y te querré mientras viva, eres el amor de mi vida, sin ti no soy nada, y tú ¿es que ya no me quieres?— —Has de saber, que cuando tomé la decisión de salir de mi casa y de mi país, dejando a los míos, a los que tanto daño había causado por tu culpa, es que ya no te quería, que comprendí que tú fuiste el mayor error que he cometido en mi vida ¿Cómo un hombre que había sido tan feliz en su matrimonio y con sus hijos, se había dejado embaucar por un “maricón” como tú? Que te apoderaste de mis sentimientos y de mi voluntad y que llegue a ser una marioneta en tus manos. Nunca te lo perdonaré, pero gracias a Dios, he resurgido de mis cenizas, he vuelto a ser el hombre integro que siempre fui y que considero lo que entre nosotros hubo como un mal sueño, sí una pesadilla de la que he tardado mucho tiempo de salir— — ¿Cómo puedes decir eso de mí? con lo que yo te quiero, si eres mi vida Si no fuese así, no hubiese puesto un investigador privado para que diese con tu paradero— —Has perdido el tiempo y el dinero que te haya costado pues de aquello no quiero ni volver a hablar. He de decirte que soy feliz, que me he vuelto a casar con una maravillosa mujer y que no renunciaría a mi vida de ahora por nada del mundo ¿Lo entiendes? Por eso te ruego que te marches de aquí y me dejes en paz— — ¿Estás loco, crees que ahora que te he encontrado voy a renunciar a estar a tu lado? Ni lo sueñes, tienes que volver conmigo, yo no puedo vivir sin ti, eres lo único que tengo y no te puedes ni imaginar lo que he sufrido todo este tiempo pensando en donde y como estarías— —Pues ves haciéndote a la idea que desde ahora mismo, soy un desconocido para ti, no quiero saber nada de tu vida, de lo que hagas, de lo que te pase, nada y cuando digo nada es NADA. Para mí eres un paisano más de los que llegan al pueblo. Y por supuesto, no se te ocurra ni acercarte a mi mujer, pues si lo haces sería capaz de todo, mi felicidad y la suya están por encima de todo y desde luego tú no la vas estropear— René era muy contundente en sus afirmaciones y realmente estaba dispuesto a todo para salvar su matrimonio y seguir viviendo la vida que hasta el momento le había dado tantas satisfacciones. Incluso llegó a pensar en que si lo molestaba, denunciarlo a las autoridades. Marcel estaba estupefacto, no podía entender que René lo repudiase de esa manera, que no quisiera saber nada de él, que lo hubiese echado de la ciudad y que no se diese por conocido de él en ningún momento. Se había enterado de que se había casado nuevamente y ¡con una mujer! eso no podía ser, le sentía suyo y no quería perderlo por nada del mundo ¿Qué hacer? René, sin más palabras, se levantó de la mesa y con un “HASTA NUNCA” salió de la cafetería. Anduvo paseando un rato por el puerto como tantas veces hacía, pero en esta ocasión, con una gran preocupación encima ¿Hasta donde llegaría Marcel con sus celos y que sería capaz de hacer? Tenía que apartarlo de su cabeza para que Milagros no se enterase de la inesperada visita. Se fue a buscarla como cada día que podía al trabajo, tomaron un culín de sidra como solían hacer y después a casa a comer. Teodora muy diligente como siempre tenía todo a punto para que sus señores se sintiesen lo más cómodos posibles. Mientras comían, Milagros le comentó a René: —Amor mío, tienes cara de preocupación, hay algo que deba saber y que no marche bien— —No vida mía, todo está en orden, esta mañana hablé con Constante y me dijo que todo iba bien, sin ningún problema, ese hombre es una maravilla, si no fuese por su eficiencia, es posible que todos los días tuviese que subir a Teleña para cerciorarme de cómo va el negocio, pero él, es capaz por teléfono y de memoria darme con pelos y señales, todo lo acontecido en el negocio, si había alguna baja en el almacén, si había hecho algún pedido sobre productos agotados, si había habido clientes, si las habitaciones están o no ocupadas y cuantas, increíble. Realmente se está ganado bien su sueldo— —Pues te noto algo raro, no puedo decir que es pero…, hizo una pausa y a continuación le dijo te noto triste ¿acaso tiene algo que ver con tu tristeza esa llamada que Paco hizo a casa y que tenía que ver con un hombre francés que preguntaba por ti?— René se quedó blanco como el papel y pensativo sin saber que responder, cuando recobró el aliento le preguntó —Quién te ha dicho que preguntaba por mí y que era francés— —Pues quién me lo va a decir, está claro que Teodora, pero aunque no hubiese sido ella, al ayuntamiento también fue a preguntar, allí le mandaron al Don Paco— —Y… ¿Qué preguntó? —Pues lo normal, que si vivías en esta ciudad y que donde podría localizarte, era urgente lo que te tenía que decir— —Verás Milagros, mi vida, si realmente preguntaba por mí, pero no era nada urgente lo que debía decirme, en realidad, solo quería saludarme, es un compañero de carrera al que después de muchos, muchos años sin verle, cuando yo me decidí a hacer el viaje a esta bendita tierra, dio la casualidad que él se incorporó al hospital donde yo trabajaba. Le habían dado un traslado temporal para que pudiese estar más cerca de su padre enfermo y digo temporal, pues le quedaban pocos meses para jubilarse. Ahora, ya se ha jubilado y al parecer su padre ya falleció por lo que ha podido emprender un viaje llegando hasta aquí y quiere recorrer el resto de Asturias y de España. Es soltero y de buena posición— —Me alegro vidina, pues las compañeras me dijeron que le habían visto un poco raro y que no les gustó la forma en que quería saber todo de ti, ese fue el motivo de enviarle al Don Paco en lugar de encaminarlo hacia nuestra casa— —Pues me alegro de que así lo hicieran, no tengo ningún interés en invitarlo, debe seguir su camino una vez cumplido su deseo de saludar— No sabía René si Milagros se estaba creyendo la historia que la estaba contando, pero al menos había servido para que dejase de preguntar y él no verse pillado en ninguna mentira. Pasaron los días y René no había vuelto a pasar a saludar a Paco por temor a encontrarse con Marcel. Simplemente lo llamaba por teléfono, lo saludaba y se limitaba a preguntarle si ese individuo seguía allí hospedado, cuando él se fuese volvería a retomar los desayunos con él. Paco lo mantenía informado de los movimientos que Marcel hacía a diario, pero seguía allí. Un día de guasa, Paco le dijo: —Chico, igual hace lo que tú, le gusta esto tanto que se queda a vivir aquí— René calló, pero se le revolvieron todas las tripas, se quedó mudo, hasta el punto en que Paco comenzó a decir: —Oye, oye, ¿estás ahí, que te pasa que no contestas?— —Si te escucho, te escucho, no, no creo que eso sea posible, el no es como yo, tiene mucho apego a su Francia y más vale así, no tiene humor ni el talante para convivir con los asturianos— —Bueno, bueno, ya veremos, de momento no parece tener prisa por marchar— —Lo que es, es un plasta y yo no quiero nada con él— —Está bien, está bien. Yo no voy a decirte lo que tienes que hacer, eso es cosa tuya— —Es un tipo, al que además quiero mantener alejado de Milagros— —Bien pues entonces si esto sigue así, tendremos que quedar en otro lado o ir yo a tu casa para poder darnos un abrazo— —Está bien, como quieras, eso sí, delante de Milagros ni palabra de que ese hombre sigue por estos lares ¿de acuerdo? —De acuerdo tú mandas. Un abrazo— El tiempo pasaba y todo seguía con total normalidad, Milagros y René, salían a dar sus paseos vespertinos, la mayoría de las veces por entre los pinos, dirección Unquera, era un paseo precioso que a Milagros le gustaba mucho hacer, unas veces llegabas hasta el pueblo y otras veces como eran la mayoría en invierno, retornaban a medio camino pues se hacía de noche muy pronto. Era un olor, mezcla mar y pino que se les metía hasta las entrañas. Disfrutaban mucho los dos y se les veía realmente felices. Habían pasado ya más de dos meses desde que Marcel hubiese hecho su aparición, no le había vuelto a ver, ni tan siquiera habían coincidido en ningún chigre. René estaba contento, solo esperaba a que Paco que diese la buena nueva de que se había marchado. Se acercaba el invierno y René decidió que esas navidades las iban a pasar en Francia con su familia, sus padres hermanos, todos juntos. Sería una gran alegría para los suyos y ya que los padres estaban mayores, era motivo más que suficiente para hacer el viaje y de paso Milagros conocería la tierra que le vio nacer. Prepararon todo con mucho esmero, haciendo comprar de regalos para toda la familia. René estaba encantado con el viaje y además preparó un gran dosier con las cuentas de la Casa Rural, para darles a sus hermanos y su padre copia de todo lo que se hacía y deshacía en España con la herencia ya que a fin de cuentas el negocio era de todos. Era poco tiempo el que llevaba puesta en marcha y ya comenzaba a dar sus frutos. Ya no habían de poner dinero, con los beneficios que se sacaban se pagaba holgadamente al personal y ya había algún fruto favorable a ellos. Aquel negocio prometía. Llegado el día, marcharon a Lyon y pasaron unas excelentes fiestas todos reunidos. René, aprovecho su estancia en Francia para llevar a Milagros a ver los sitios y las ciudades más importantes del país ya que ella nunca había estado allí. Fue como una segunda luna de miel, casi un mes duró su estancia en el vecino país. El día de la partida todos prometieron que les devolverían la visita a la llegada del buen tiempo. Pasaron unos días después de su vuelta de Francia pero una tarde noche, al volver del paseo, René tuvo una llamada del hotel pidiéndole que por favor se acercase que era importante. Espero tranquilo a que Milagros se hubiese puesto el pijama como era su costumbre, para decirle que debía de ir a ver a Paco que lo había llamado con urgencia. Entonces Milagros le comentó: —Mi amor si no me hubiese cambiado ya, iría contigo, pero no me apetece nada volver a vestirme— —No te preocupes, espero que no sea nada grave y pueda volver enseguida— Dio un beso en la boca a Milagros con toda pasión, como despedida. Al llegar al hotel, Paco le puso al corriente de lo que había sucedido. El coche de Marcel había aparecido en una carretera cercana con un gran golpe, pero él había desaparecido. Nada se sabía de su paradero, la guardia civil, había buscado por todas partes, el campo, los hospitales y nada es como si se le hubiese tragado la tierra. No había duda de que era su coche pues estaba dentro la documentación. Era todo de lo más extraño, no había daños colaterales con ningún otro vehículo, no había sangre, nadie había visto nada, nadie había denunciado el accidente ¿Qué podía haber pasado? Se personó el sargento de la guardia civil en el hotel y los tres estuvieron hablando largo y tendido del asunto. Paco había querido que René explicase al agente, quien era aquella persona y de donde había venido puesto que a visitar a René es a lo que había llegado a Llanes. René le comentó que justo esos días estaba él en Francia con su esposa y todos sus familiares celebrando las Navidades y ya hacía más de dos meses que no lo veía. También le comentó que era una persona a la que conocía hacía muchos años, pero que no le unía a él una gran amistad. El sargento les comentó, que las investigaciones seguían su curso y que si había alguna novedad, se la comunicaría de inmediato. Estaba muy avanzada la madrugada, cuando René llego a su casa con una gran pesadumbre. Se acostó pero no pudo dormir, aquella noticia le había trastocado y aunque ya no sentía nada por Marcel y lo había alejado de su vida con palabras y hechos, no dejaba de pensar que en su momento había sido importante en su vida y que tampoco deseaba que lo hubiese pasado nada grave. A la mañana siguiente, Milagros le vio dormido y no quiso molestarle, le dejó dormir sin preguntar nada y partió para su trabajo. Cuando llegó a casa a la hora de la comida, lo vio recién levantado y sin asear, cosa que le extrañó enormemente pues desde que se habían casado, jamás lo había visto de esa guisa. Entonces le preguntó: —Cariño ¿Qué ha pasado que estás todavía en pijama, acaso no te encuentras bien?— —Sí, me encuentro bien, pero es que no he dormido nada esta noche y cuando he logrado quedarme dormido lo he hecho tan profundamente que no me he dado cuenta de lo tarde que era para levantarme. Perdóname que no haya ido a buscarte al trabajo, cuando me he despertado, ya no me daba tiempo a llegar, ya estabas tú de camino. — — ¿Qué quería Paco anoche? se hizo muy tarde y me quedé dormida, no te oí llegar ¿a qué hora has vuelto?— —La verdad es que llegué muy tarde y no quise despertarte. Paco quería contarme lo que ha sucedido con mi compatriota, ese que vino a saludarme y que se alojaba en el hotel. — — ¿Y qué ha sucedido? Preguntó extrañada Milagros— —René se puso a relatar a Milagros todo lo acontecido, también le contó que había estado con la guardia civil y que nadie se explicaba lo que podía haber pasado, de aquel hombre nada se sabía— — ¡Qué cosa más extraña, comentó Milagros! pero ¿tú que tienes que ver con ese asunto? — —Nada mujer, lo que pasa es que como cuando llegó a nuestra ciudad preguntó por mí y Paco sabía que yo lo conocía de mi país, solo quiso que yo lo supiese, que le explicase al sargento de que le conocía y hasta donde llegaban mis conocimientos sobre él y si tenía familia a algún sitio a donde poder dirigirse para dar conocimiento del caso. Yo nada les pude decir pues ya te conté que era una amistad casual de juventud y que luego habíamos coincidido en el hospital, pero nada más, el día que nos saludamos en el hotel, me comentó que estaba solo, que sus padres habían fallecido y que ahora podía hacer lo que quisiese pues era soltero. — —Llamarán al hospital a preguntar, dijo Milagros. — — No lo sé, siento mucho lo que le haya pasado, pero ya te dije que no era un verdadero amigo. — Bueno cariño, no le des más vueltas que ya verás como con el tiempo aparece. Igual se ha despistado del golpe y anda vagando por algún sitio. Seguro que pronto darán con él. — Pero a René no se le iba de la cabeza, pasaban los días y nada se sabía del asunto, era todo tan raro. Fue a visitar en varias ocasiones el lugar del suceso para ver in situ lo que le habían contado, allí no había ningún precipicio aun siendo carreteras dadas a ellos, no había marcas en el suelo. Comenzó a pensar si sería el culpable por haberle hablado tan duro, por haberle echado de su vida con cajas destempladas, pero había pasado un tiempo en que cada uno hizo su vida aún habitando en la misma ciudad y ni tan siquiera se habían vuelto a ver. Aún con los mimos de Milagros y sus buenas palabras, René había cambiado por completo, estaba irascible, todo le sobresaltaba, ya no era aquel maravilloso hombre con el que se había casado. René dejó de dormir por las noches, se acostaba y tenía pesadillas, ella no comprendía que aquel suceso le hubiese afectado tanto. Muchas noches, cuando Milagros estaba dormida o al menos él así lo creía, se vestía y se marchaba a hasta la playa o incluso llegaba hasta el puerto por donde tanto le gustaba pasear. Aquel sitio estaba muy cercano al hotel y en muchos momentos pensó que podría volver. Aquel amor indebido le había traído la desgracia en sus comienzos, deshaciendo su familia y ahora que había vuelto a ser feliz, este misterio podía acabar con su vida actual. PILAR MORENO – 3 Diciembre 2013