miércoles, 26 de abril de 2017

EL TERCER MISTERIO



          ¿Qué es un misterio? Sin duda es una cosa arcana, incomprensible, inexplicable. En la religión sobre todo en la cristiana, ha habido desde el principio de los tiempos varios misterios. Yo soy cristiana, católica y siempre he creído lo que en el colegio de monjas me enseñaron como no podía ser de otra forma. Pero para mí, al irme haciendo mayor y pensando con coherencia, me pregunto:
          -Primer misterio, ¿Cómo fue posible que la Virgen María concibiese en su vientre al hijo de Dios, sin haber conocido varón? Como cristiana mi obligación es tener fe y creer sin haber visto, pero me resulta difícil de comprender.
          -Segundo misterio, siendo el hijo de Dios, ¿Por qué tuvo que nacer en un pesebre? Pero, es que no había otro sitio para nacer. Nadie fue capaz de darle cobijo, aunque hubiese sido en una humilde posada y no tener que nacer bajo las estrellas, con un pequeño trozo de techo y por todo calor el aliento de dos animales, un buey y una mula.
¿Cómo y de donde sale San José? Que haciendo de padre terrenal no fue capaz de buscar y conseguir un alojamiento más digno para el niño que venía en camino y que, aunque no fuese su hijo, así lo iba a considerar, a cuidar y proteger.
          -Tercer misterio, este creo que para mí y para muchos creyentes es una auténtica incógnita. La biblia nos pinta a Jesús hijo de María y José el carpintero como un niño, trasteando en la carpintería de su padre y así está grabado en muchas estampas y haciendo ya algún milagro, pero… ¿Qué vida llevó Jesús hasta que volvemos a saber de él, cuando ya es mayor y se dedica con San Juan a predicar y a la conversión de los pecadores y en poco tiempo lo prenden y le dan muerte en la Cruz?
          Será que no soy lo suficientemente creyente como para tener estas dudas. Me gustaría mucho poder desechar estos pensamientos, pero la vida que se vive hoy día y si escuchas algunos programas de los que llaman científicos parece que todo lo que nos contaron desde nuestra más tierna infancia es un puro cuento. Eso sí muy bien relatado.
                                                             




ZUHEROS - CÓRDOBA



          En la provincia de Córdoba, España, se halla uno de los pueblos más bonitos de la campiña Cordobesa. La fisonomía del pueblo, como no podía ser de otra forma, todas sus viviendas son pequeñas, frescas y encaladas. Todas menos una: La Casa Grande, que fue hacienda de gentes pudientes y con el tiempo pasó a manos de la municipalidad y que en la actualidad alberga el Museo de Costumbres y Artes Populares Juan Fernández Cruz. Llegados a este punto merece la pena dejar el coche y seguir a pie por las curvilíneas y angostas calles de Zuheros, un urbanismo no muy diferente al que tenía cuando fue arrebatada a sus pobladores por Fernando III y cedida a la familia de los Fernández de Córdoba. El destino del paseo es la plaza de la Paz, la exigua plataforma central donde se asienta el único gran espacio horizontal de la villa, al pie del castillo y de la iglesia parroquial de la Virgen de los Remedios, para cuyo campanario los canteros cristianos ni se molestaron en reemplazar los sillares del antiguo minarete musulmán. En una tierra de castillos, el de Zuheros impresiona como pocos. Quedan torres, muros y estancias de un antiguo palacio renacentista añadido con posterioridad, pero lo que más sobrecoge es la pericia de orfebre con la que engarzaron a los relieves del farallón rocoso.
          Los visitantes suelen llegar hasta el balcón de la plaza para fotografiar la campiña de los olivos. De paso admiran el barroco tan extraordinario que en ese pueblo existe.
          En una de excursión de turistas ingleses, uno de los visitantes advierte que en el alfeizar de una de las ventanas del castillo, hay una persona asomada, cuando le dicen que es imposible que ese castillo está absolutamente vacío, le entra como un ataque de pánico diciendo que allí lo que hay es un fantasma. Pone en movimiento a todos los visitantes haciendo que vuelvan hacia el castillo para comprobar que efectivamente allí no hay nadie.
          Cuando llegan al castillo, lo recorren todos en fila dándose cuenta de que en efecto nadie habita en él y por lo tanto no es posible que nadie hubiese asomado ni subido en el alfeizar de ninguna ventana. Cuando ya iban terminando el reconocimiento, vieron salir de uno de los aposentos a una persona vestida de negro, concretamente un hombre, con pinta de despistado y que en su cuello lucía un cleriman. Era un sacerdote, que en soledad había decidido visitar el castillo y desde él fotografiar y admirar la belleza de toda la campiña cordobesa, mansa de formas, verdinegra de olivos, revocada de yesos, con sus iglesias barrocas y sus torres almenadas sobresaliendo como cuentas de cal y adobe.


                                                  

EL CASTIGO DE LOS MONTOYA



          Había llegado de Rumanía, su tierra natal. Muy pobre de nacimiento y sin tan siquiera haber ido a la escuela, decidió en un momento determinado salir de su país a probar suerte. En compañía de sus padres y hermanos, se puso en camino, rumbo a España, país del que le habían hablado muy bien y al que muchos de sus compatriotas, también habían emigrado.
Para no hacer solos el viaje, salieron del pueblito en el que vivían en compañía de otros paisanos en sus correspondientes carretas, en las cuales llevaban todas sus pertenencias, entre las que se encontraban víveres y cacharros para cocinar, mantas y otros enseres para pasar las largas noches que les esperaban hasta el final de su viaje.
El viejo Montoya como era conocido su padre, al poco de comenzar la andadura, cogió unas fiebres, que nadie supo de que eran y por más enjuagues que lo dieron, ungüentos y demás brebajes, a los pocos días murió sin poder hacer nada por él en el campamento que habían montado y en el que habían pasado varias semanas hasta el fallecimiento del patriarca. Tuvieron que enterrarlo en un lugar sin nombre y desconocido pues naturalmente no podía llevarlo con ellos que es lo que les hubiese gustado.
Bogdam Montoya, como hermano mayor que era, se convirtió así en el patriarca de una familia de etnia gitana. Como el viaje se dilataba en el tiempo, Eusebio contrajo matrimonio por el rito gitano, con Nicoleta, hija de los Jimenez, otros de los compatriotas que viajaban en la misma caravana de carretas y que habían sido vecinos desde la niñez. Aunque se gustaban el uno al otro desde hacía años, el respeto que los Jimenez tenían por el Viejo Montoya, no les había permitido comenzar una relación. Una vez fallecido “El Viejo” las cosas cambiaban, el hijo era mucho más razonable en cualquier asunto a tratar, no parecía que tuviese el duro y áspero carácter que el padre.
Una vez casados, Bogdam era el que gobernaba a la esposa y a toda la familia Montoya y su relación con los Jimenez, aunque era buena, siempre los mantenía en su lugar, nunca dejaba que se entrometiesen en su terreno.
Cuando arribaron a España, fueron recorriéndola de punta a punta, ya se habían acostumbrado a una vida de nómadas y no les molestaba irse trasladando de pueblo en pueblo y ciudad en ciudad, siempre que encontrasen un “trabajo” que les permitiese alimentarse. Montoya, aprendió a tomar prestadas prendas de vestir, perfumes, baratijas varias, las cuales vendía por los mercadillos, sacando con ello unos buenos beneficios.
Andrei Jimenez, por el contrario, era un hombre apocado, de poco espíritu y nada trabajador. Él también se había convertido en el patriarca de su familia y pensaba que su hermana Nicoleta, casada con Bogdam, debía obedecerle. Debía contarle lo que este hacía para sacar beneficios en lo que vendía y ya que era su hermana debía darle una parte de esos beneficios.
Nicoleta como buena esposa, fue a contárselo a su marido pues además Andrei la había amenazado con ir a la policía y denunciarle, diciéndoles que lo que vendía en os mercadillos era mercancía robada.
Bogdam montó en cólera, sacando el peor de los genios y el que nadie sabía que había heredado del viejo, se fue a buscar a su cuñado a la chabola en la que vivía, para pedirle explicaciones. Cuando se casó con Nicoleta dejó claro de que nadie se metería en sus asuntos como él no lo haría en los de los demás.
Fue entonces cuando Andrei se puso farruco y lo amenazó comenzando así una fuerte bronca, a los gritos acudieron los hermanos de cada uno entablándose una pelea a muerte, Pepe sacó una navaja y acercándose a Bogdam intentó clavársela en el pecho, pero Andrei que era mucho más corpulento y fuerte que su cuñado, logró arrebatársela y casi sin darse cuenta se la clavó en el estómago, dejándolo herido de muerte en el momento. Mientras los demás hermanos seguían discutiendo, Bogdam enfurecido, al ver que a otro de sus hermanos lo iban a dar con un palo en la cabeza, le clavó por la espalda la navaja con la que había dado muerte a su cuñado, haciéndole caer sin conocimiento al instante.
Tan grande fue la reyerta que al poco acudió la policía, haciendo preso a Bogdam y llevándose también al calabozo a sus hermanos. Bogdam fue condenado a veinticinco años de prisión y sus hermanos, aunque fueron absueltos, fueron condenados a abandonar el país en compañía de toda su familia.
El castigo de los Montoya fue muy grande sobre todo para Bogdam que permaneció en prisión quince años sin ver a nadie de su familia, pues hasta su esposa salió de España con sus cuñados y sus hijos, sin volver a acordarse de él. Eso le tenía permanentemente de mal humor y realmente era un preso inaguantable, mal compañero, mal amigo y sobre todo no obedecía en nada de las normas que allí estaban establecidas.
Un día, se levantó con el pie izquierdo y se puso a discutir con otro preso que tenía tan mal carácter como el suyo, pero que hasta ese momento se habían mantenido el uno al margen del otro. La discusión fue subiendo de tono, Bogdam amenazó a su compañero, diciéndole que se las pagaría, pero el otro sacó de la bota un punzón clavándoselo en el corazón a Bogdam, dejándole tirado en el patio de la prisión ya sin vida. ¿Qué mayor castigo para los Montoya?

                                                   PILAR MORENO 22 ABRIL 2017