Desde Egipto llegó al aeropuerto Adolfo
Suarez de Madrid, Abubakar un hombre de una calidad humana extraordinaria y que
hace honor al significado de su nombre que en egipcio quiere decir “NOBLE”.
Venía a Madrid a encontrarse con sus viejos
tíos, Hambal y Aziza, en casa de los cuales había pasado grandes temporadas a
lo largo de su vida. Hambal era hermano de su difunto padre y para él era la
persona más querida después de su progenitor. Al reunirse con ellos, los encontró
ya muy mayores y aunque en realidad lo eran, su aspecto denotaba mucho más el
paso del tiempo por sus cuerpos. Lo recibieron con una gran alegría, era el
sobrino favorito y para ellos fue siempre como un hijo, ya que en su matrimonio
no habían podido concebir ninguno.
Su viaje había sido planeado para volver a
verlos antes de que el destino le deparase algún desenlace no previsto. Debido
a la edad del matrimonio y habiendo sido para Abubakar como unos padres, no
quería dejar de pasar todo el tiempo que le fuese posible a su lado. Tenía un
trabajo que le permitía hacer escapadas de vez en cuando, aunque no todas las
que él quisiera. Se había planteado incluso, pedir en la empresa un traslado a
España para no separarse de ellos, pero era muy difícil llevar los negocios
desde tan lejos de su Egipto natal.
Al día siguiente de su llegada, el tío y
Abubakar, salieron a dar un paseo por los sitios que a este tanto le gustaban
cuando estaba en Madrid con ellos. Fueron al Parque del Oeste a visitar la
rosaleda que era la más bonita que Abubakar decía haber visto en ningún lado
del planeta a pesar de haber viajado mucho por todo el mundo. Las rosas eran
sus flores favoritas y a cualquier lugar al que acudiese no dejaba de ir a
visitar cualquier exposición o recinto en el que se cultivasen esta clase de
flores.
Día a día salían y recorrían todo Madrid.
El día que fueron a visitar el Parque del Retiro, tras un largo paseo, cuando
Abubakar quiso darse cuenta, el anciano tío, Hambal, había tropezado y se había
caído en un charco de grandes dimensiones, poniéndose el pobre hombre todo
lleno de barro. Lo ayudo a levantarse y con sumo cuidado trató de limpiarlo
cuanto pudo con clínex que era lo único que tenía a mano para poder hacerlo,
pero era demasiada la suciedad que el tío había recibido en su cuerpo por lo
que Abubakar, decidió llegar hasta la puerta del parque y tomar un taxi para
conducirlos hasta su casa. Una vez en ella, ayudó a su tío con sumo cariño a
desnudarse, dándole una ducha reparadora y ponerle ropa limpia. Recordaba que
cuando él era niño su tío lo hacía con él cuando volvía de la calle lleno de
suciedad y le colocaba el pijama para irse a la cama, después de cenar.
También le vino a la mente, como su tío, lo
había enseñado en esa época a sumar con él ábaco de madera que conservaba en su
despacho y que hacía pocos días había descubierto que seguía colocado en el
sitio de siempre. Era aquella casa un lugar en el cual nada había cambiado de
ubicación. Cada vez que volvía a Madrid podía ir derecho a buscar cualquier
cosa que necesitase que siempre lo encontraba en la misma parte que recordaba
desde que era un niño pequeño.
Lo mismo ocurría con las costumbres con los
horarios, con todas las cosas de la vida cotidiana. Mientras estaba pensando
todo esto, desde la cocina, le llegó un delicioso olor a tahín. Nadie lo
preparaba, ni en su propia tierra, como su tía Aziza. Consistía en una pasta de
sésamo, que en Egipto era muy apreciada y en casi todos los restaurantes se
servía. Era un plato muy apreciado en todo Oriente Medio y que provenía de la
antigua Persia. Para Abubakar era una delicia y siempre que tenía ocasión lo
degustaba, pero en todas las ocasiones, al finalizar la toma de ese delicioso
manjar, en sus adentros se decía, no tiene nada que ver como el que mi
queridísima tía me prepara y siempre ha hecho, aunque esté en Madrid.
Cuando tía Aziza tubo la cena preparada,
les llamó para que acudiesen a sentarse a la mesa. Abubakar estaba deseando
tomar aquella deliciosa sopa espesa, el tahin que con tanto amor le había
preparado. Una vez sentados en la mesa, comenzó una larga conversación en la
que tío Hambal comenzó a contarle sus planes para el mañana no muy lejano.
Hambal y Aziza había vivido siempre muy
bien y aun así conservaban una gran fortuna, la que de acuerdo entre los dos y
con un documento ante notario, habían decidido que fuese en su totalidad para
él. Solo habían puesto una condición, que cuando faltase uno de los dos, el que
quedase fuese atendido hasta el final de sus días por Abubakar.
PILAR MORENO 14 mayo 2017
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