Tic-Tac, Tic-tac. Tic-tac, suena incesantemente
el reloj del salón. Es un viejo reloj de cuerda pero que no falla ni un minuto,
siempre ha estado en perfecto funcionamiento. Sus padres lo habían heredado de
sus abuelos y estos a su vez de los suyos. No se podía calcular los años con
los que contaba aquella perfecta maquinaria. Sonaba sin cesar, daba las horas,
las medias y los cuartos, era como un miembro más de la casa, aunque ya nadie lo
escuchase, pero estaba ahí y sin hacerlo caso todos los miembros de la familia
sabían en qué hora estaban sin equivocación.
Carlota estaba en un duermevela. No
sabía porque le estaba costando mucho quedarse profundamente dormida como era
costumbre en ella. De pronto sintió un sobresalto, salió de la cama descalza y
fue directa al salón a ver qué hora era. Uf… es pronto, todavía son MENOS
CUARTO. Volvió a la cama, después de haber pasado por el cuarto de baño
y haber tomado un vaso de leche caliente en la cocina. Se tumbó de lado como a
ella le gustaba e intentó dormirse. Ahora seguro que lo conseguía después de la
toma de leche, “siempre dicen que la leche hacer dormir”, nada no era posible,
estaba como excitada y tenía un mal presagio dentro de ella.
Volvió a levantarse, a dirigirse a ver
el reloj en el salón y ya se extrañó de ver que seguía teniendo MENOS
CUARTO. Como van a seguir siendo menos cuarto, rayos no puede ser, es
que no ha avanzado ni una hora, no es que yo me haya levantado justo a la hora
de haberlo visto antes. Tenía que tener yo mucha precisión en mi forma de
levantarme.
Le observó atentamente y se dio cuenta
de que al marcar menos cuarto ese viejo reloj se había detenido, aquello quería
decir algo, no sabía qué, pero algo estaba ocurriendo en su vida y ella no
sabía descifrarlo.
Se quedó pensativa sin dejar de mirar
el reloj y en voz baja le preguntaba, claro sin contestación ¿Por qué te has
parado? ¿es que te has cansado de vivir? En aquel mismo instante, sonó el teléfono.
Corrió hacia él y levantando el auricular preguntando con voz temblorosa ¿Quién
es? Una voz grave, respondió a su vez con otra pregunta ¿es la casa de D.
Gustavo Suarez y con quien hablo por favor? Carlota se quedó paralizada, su
interlocutor volvió a preguntar.
-Oiga, hay alguien ahí. Quien es por
favor.
Carlota
con una voz entrecortada, con siguió contestar y temblando dijo
-Si esta es su casa y yo soy su
esposa. ¿Quién lo pregunta?
Soy
el agente Bermúdez de la Guardia Civil de Tráfico, lamento tener que
comunicarle que su esposo ha fallecido en un trágico accidente, junto con otras
tres personas más, otro hombre y dos mujeres.
No era posible, su marido, al que
estaba esperando que llegase de una cena de negocios, en un restaurante del
centro de la ciudad y no lejos de su domicilio, había fallecido en un accidente
de tráfico ¿Cómo podía ser eso? En un coche y con otro hombre y dos mujeres.
No tardó en vestirse y dirigirse al
lugar donde el agente le había indicado. En efecto, era cierto lo que le había
dicho a través del teléfono. Dos mujeres acompañaban a Gustavo y Javier que era
un compañero de Barcelona y había venido desde allí para esa cena, Javier
también estaba casado y tenía dos niñas. En esa cena no debía haber mujer
alguna y el accidente había sido en un sitio extraño, la carretera de Toledo
pasado Talavera de la Reina, lugar por el que bajo ningún concepto tenían que
pasar.
Una vez reconocido el cadáver, Carlota
volvió a su casa, cabizbaja y compungida, pero, con rabia dentro de su cuerpo.
Había llegado a la conclusión de que la cena solo había sido una excusa para hacer
una escapada y de la que pensó que nunca se enteraría. ¿Cómo podía haber sido
tan miserable y engañarla de aquella manera? Con un gran sollozo y la cara
entre las manos, dijo dando un gran grito “QUE TE JODAN” Ya no volverás a
engañarme.
De pronto, escuchó un sonido muy
familiar para ella, el viejo reloj, habían comenzado a andar el solo. Parecía
que con su detención había querido hacerle saber que algo malo iba a suceder en
su vida.
PILAR
MORENO 6 mayo 2017
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