Se había hecho tarde y estaba muy
cansada, había sido un día muy duro de trabajo. Había recibido mucha mercancía
y hubo que colocarla en su lugar, además después del largo puente que había
pasado, los clientes habían acudido a su comercio a reponer viandas, pues
cuatro días de fiesta, suelen agotar las existencias de cualquier hogar.
Cuando ya estaba poniendo el cartel de
cerrado, apareció Doña María, corriendo como de costumbre, era una excelente
cliente, se dejaba mucho dinero en su comercio, pero, por el contrario, aunque
no trabajaba ni tenía grandes ocupaciones, tenía la mala costumbre de ir a
ultimísima hora a hacer sus compras. Era lo que se suele decir una usuaria
inoportuna. Clementa, la dueña del negocio, se decía en algunas ocasiones que
casi prefería perderla como cliente que soportar sus horas de acudir a comprar
y sus indecisiones.
-Clementa, por favor, póngame un kilo
de carne picada.
Cuando
Clementa se disponía a poner la carne en la máquina para picarla, de repente
decía:
-Perdone Clementa, mejor póngamela
para guisar.
-Ahora me pone un kilo de filetes para
la plancha.
Cuando
Clementa comenzaba a cortar la carne decía:
-Hay perdóneme estoy muy despistada,
mejor me los pone para empanar.
-También quiero para cocido.
Bueno
no, mejor póngame arreglo para unas lentejas que son más ligeras.
-Me olvidaba, necesito carne picada
para unas albóndigas.
-Ahora me va a dar un kilo de filetes
de pollo, bueno no, deme mejor unos contra muslos, no, no mejor cuartos
traseros. No ya mejor si acaso me pone un pollo grande en trozos.
Clementa ya está a punto de reventar, ¿es
que esta puñetera mujer no se puede decidir desde el principio por lo que
realmente necesita o llevar desde su casa una lista con las necesidades de su
frigorífico?
Al terminar con la carne, comienza a
solicitar productos de chacinería y el proceder es el mismo. Cuando va a
ponerle una cosa se decide por otra, o después de haber cortado una cantidad
dice que es mucho y que le quite la mitad.
Después de haber dado toda la lata posible,
llega la hora de la cuenta y realmente había merecido la pena el importe de la
misma, pero Clementa cuando Doña María desaparece, da un suspiro de alivio.
Doña María no solo es inoportuna, también
en cualquier compra es la indecisión en persona. Si va a comprar unas camisas,
las mira, las remira, hace sacar varios modelos y al final le dice al
comerciante, me lo voy a pensar, ya volveré mañana.
Para cualquier artículo que vaya a comprar,
va cuatro o cinco veces a mirarlo, después de haber molestado al dependiente
todo lo posible, el último día lo adquiere, pero, cuando llega a su casa, lo
prueba, lo mira, lo expone bien a la vista de todos y pasados unos días, decide
que no le gusta, que no va con la previsión que ella tenía en su cabeza, el
final del artículo, es su devolución.
Esta persona, imaginaria por supuesto, es
lo que yo llamo un usuario inoportuno.
PILAR MORENO 18 mayo 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario