jueves, 16 de noviembre de 2017

¿QUIÉN MATÓ AL POETA?



         Los hechos acaecidos produjeron en mí una inmensa tristeza. Yo había conocido al poeta cuando era más joven. Un hombre afable, entrado en años, pelo cano y tez morena, enjuto y bien parecido. No era el típico poeta de pelo largo como solemos tener en la mente.
          Este hombre había padecido los rigores de un encierro en una de las cárceles en el transcurso de una contienda civil, pero no por ello dejó de escribir, al contrario, de ahí salieron a escondidas los más bellos poemas de su etapa de reclusión.
          Yo lo conocí, cuando ya estaba en libertad y fue una persona que nunca mantuvo el rencor por lo que le habían hecho pasar, pero en su forma de hablar se notaba el sufrimiento padecido en sus carnes y en los familiares que se encontraban al otro lado de las rejas.
          Los poemas escritos a su esposa y a sus hijas decían entre líneas todo el amor y la desesperanza que sentía de no poder estar a su lado. Un amigo íntimo de su juventud me contaba con gran respeto hacia él, que no había visto hombre más enamorado de su esposa desde que la conoció y que cuando salió de su reclusión y la vio tan estropeada y delgada, que se hecho en sus brazos llorando como un niño, diciendo que nunca se perdonaría los sufrimientos y las penurias que por su culpa había tenido que pasar.
          Antes de la contienda, vivían desahogadamente, en un hogar de clase media, aunque gastaban con mesura ya que dependían de un sueldo de maestro que era a lo que él se dedicaba. Su esposa también ejercía este oficio y con los salarios que obtenían criaron a sus dos hijas dándoles estudios y todo lo que podían. Eran una familia ejemplar, pero llegó la guerra y todo lo fastidió. Las hijas tuvieron que ponerse a servir al igual que su madre y daban gracias de que a ellas no las hubiesen encerrado por ser la familia del poeta.
          Iba transcurriendo el tiempo y claro está su oficio de maestro ya no pudo volver a ejercerlo. Con lo que escribía, aunque eran verdaderas maravillas, no le alcanzaba para nada. Le solicitaban algún artículo para periódicos de tirada diaria, pero, aunque eran muy buenos lo que le pagaban era una auténtica miseria. Debido a ello, las hijas tuvieron que seguir trabajando de criadas, aunque en buenas casas, pero no era lo que él había querido para ellas. Pasaba el tiempo y su situación no se resolvía a su favor, por el contrario, su mujer enfermó si se fue apagando como una vela hasta que sucedió el óbito. Cuanta pena en ese hombre. Su amor incondicional se había ido para siempre. ¿De que servía ya seguir esforzándose?
          Cada vez escribía más poemas, ahora todos eran de amor dedicados a la mujer que fue su vida. Seguía lamentándose de su pérdida y no sabía que hacer sin ella. Realmente fue un amor apasionado de los que duran toda la vida y aún después de ella.
          Él poco a poco, fue perdiendo el apetito y las ganas de vivir, sus agradables conversaciones, ya no tenían otro tema que no fuese la marcha de su esposa. Su deterioro fu haciéndose latente y todo el que le trataba pensaba que pronto dejaría este mundo para reunirse con su amada.
          Así fue, solo dos años les separaron. Al morir en su rostro se quedó marcada una sonrisa que todos creían que era de gozo al haberse reunido con ella.
          Para mí, quedó muy claro, que quien mató al poeta, fueron las circunstancias de una cruel guerra, la cual le arrebató su feliz vida y como consecuencia se llevó a quien más quería, su esposa.

                    PILAR MORENO 16 noviembre 2017

 

            

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