viernes, 19 de enero de 2018

EL MISRERIO DEL SARI ROJO



         Había salido de su ciudad natal Sevilla, con la finalidad de terminar sus estudios de arte en la capital de Italia. Natalia, confiaba plenamente que en esa ciudad tan monumental y desde allí en las que en ese país se encuentran, podría obtener unas calificaciones suficientes para que su final de carrera y su tesis le diesen acceso a un magnifico puesto de trabajo, pues hasta ese momento había logrado terminar todos los cursos con unas calificaciones excelentes.
          Llegó a Roma como primer destino y se alojó en el modesto hotel que desde su ciudad había reservado. Procedía de una familia de clase media, pero no podía permitirse estar en un gran hotel hasta el final de sus estudios. Sus hermanos también estaban estudiando y aunque ella había ido ahorrando algún dinero de lo que había ganado los fines de semana sirviendo copas en una discoteca de su ciudad, sus padres tendrían que ayudarle una vez terminados sus ahorros pues Roma era una ciudad cara y lo suyo no daría para mucho tiempo.
          Comenzó rápidamente sus clases y aprovechaba el tiempo todo lo que podía, sabía que no podía perder tiempo. Chica alegre y simpática, enseguida hizo amigos y aunque estudiaba con gran entusiasmo, no se negaba a la diversión pues como ella decía, la vida hay que aprovecharla sobre todo cuando se es joven pues los años pasan y luego no se sabe lo que se podrá hacer.
          Su pandilla se formaba por varios miembros de chicos y chicas, todos estudiantes. Unos estudiaban lo mismo que ella arte. Entre ellos Anand, era un muchacho de su misma edad, moreno, con la dentadura más blanca que ella jamás había visto, alto, muy bien parecido, simpático y desde el primer momento hicieron una buena amistad. Todo el mundo se daba cuenta de las buenas migas que habían hecho.
          Un buen día Anand se las arregló para que saliesen los dos solos, quedaron en una cafetería distinta a la que quedaban siempre y cuando se encontraron, él le tendió un paquete, una ofrenda que le dijo era una costumbre que en su país tenían de hacerle a la chica con que salía por primera vez. Natalia comenzó a reírse, no se tomó en serio que le quisiera hacer un obsequio como primera vez que salía con ella ¿Qué quería decir con aquello? Abrió con serenidad el paquete el cual estaba envuelto con gran delicadeza y, cual fue su sorpresa cuando dentro había nada más y nada menos que un Sari de color Rojo. Ella lo miraba extrañada al tiempo que también lo miraba a él, estaba atónita, no sabía que quería decir ese detalle.
          Cuando Anand comprendió lo envarada que ella estaba, le explicó la costumbre que existía en su país de hacer aquel regalo a la chica que él había elegido para ser su prometida. Su país, India, era un país de muchas tradiciones y él esperaba ser correspondido a sus sentimientos y aceptase como primer regalo ese sari que había pedido a su madre que le enviase. Atónita lo aceptó y también acepto a ser su novia, pero lo de ser su prometida con idea de llegar al matrimonio cuando terminasen la carrera era demasiado correr y así se lo hizo saber. Él no le dio importancia, diciéndole que el tiempo sería el consejero de lo que debían hacer, pero que el estaba convencido de que sería la madre de sus hijos.
          Pasaba el tiempo, corrían de ciudad en ciudad afianzando sus estudios. Un día en la Galería de la Academia, justo delante del David de Miguel Ángel al que estaban admirando con pasión, Anand la tomó por la cintura y dándole un apasionado beso le dijo que era tan bella como aquella estatua y que ya jamás podría separase de ella. Fue entonces cuando ella le correspondió y le dijo que a ella le sucedía lo mismo, comprendía que era el amor de su vida. Le confesó que por las noches se colocaba el sari que le había regalado y se sentía como una diosa envuelta en él.
          Anand entonces fue cuando se decidió a confesarle la procedencia del sari y de que familia provenía él. Su familia procedía de la estirpe de la casa de Borbón en la India, concretamente de Juan Felipe de Borbón, cuyo padre fue Carlos III de Borbón el cual no pudo reconocerle por su pronto fallecimiento. Fue criado en Italia y después de muchos avatares en su corta vida, fue llevado a Egipto y vendido como esclavo. Con el tiempo consiguió escapar y embarcar hacia la India. Desembarcó con un sacerdote y dos amigos en Madrás y desde allí se trasladó a Delhi a la corte del emperador Akbar. Este al enterarse de que Juan Felipe de borbón era hijo del condestable Borbón lo nombró maestro de Artillería y le concedió en matrimonio a una esclava georgiana. También lo nombró rajá de Shergan, desde ese momento, la familia de Juan Felipe estuvo ocupando altos cargos de la administración y fueron gobernadores del principado de Shergan.
          Su padre era un descendiente de la casa de Borbón en la India y el Sari que le había regalado, había pertenecido a su abuela paterna por lo que tenía un extraordinario valor sentimental para su familia además de que todas las mujeres que lo habían utilizado habían gozado de una salud extraordinaria, así como de poderes incalculables.
          Una vez que terminasen la carera ese mismo año, deberían trasladarse a la India para que su familia la conociese y comenzar con los preparativos de una boda principesca. Cuando recibió como regalo el Sari Rojo, nunca imaginó el destino que la esperaba.

                                                   PILAR MORENO 20 enero 2018


                    

LA ESCUELA DE DOÑA REMEDIOS



          Doña Remedios era la maestra de escuela de aquel precioso pueblo. Era un pueblo pequeño por lo que solamente había una escuela y una maestra la cual impartía sus clases a todos los niños del lugar. Los tenía separados en grupos los pupitres según las edades que estos contasen. No por ello aprendían menos que en otros colegios. Era una buna maestra y con muchos años de experiencia y sabía perfectamente cuales eran las asignaturas y necesidades de cada grupo. Además, si había algún muchacho o muchacha que no fuese capaz de seguir el ritmo de la clase, le dedicaba fuera de horas el tiempo pertinente para que no se quedase más atrasado que los demás del grupo.
          Todo el mundo la quería, como era un pueblo muy pobre, pagarle más de lo que el ayuntamiento tenía establecido no era posible y realmente era un salario mísero. Lo único que hacían era según sus posibilidades, llevarle unos huevos, un pan, unas verduras de sus huertos, patatas. La mujer tampoco gastaba en exceso ya que era ella sola, soltera y según les decía a las madres de sus alumnos no había conocido varón.
          Maruja o Marujita como todos la llamaban, era de las alumnas mayores y también muy espabilada. Un día su madre le envió a casa de la maestra a llevarle unos tomates recién recogidos del huerto, esta se dirigió a casa de doña Remedios con rapidez pues quería ir con sus amigas a jugar al rio. Cuando llegó tocó a la puerta y sin esperar contestación se coló pasillo adelante y al llegar a la cocina, encontró a Doña Remedios, sentada sobre las rodillas de un hombre. Un gran susto se llevaron y cuando volvieron la cabeza para ver quien les había sorprendido, Maruja se dio cuenta de que el hombre sobre el que estaba sentada doña Remedios, era nada más y nada menos que el párroco que tenía la sotana bien remangada. No pudo ver nadas más pues tiró los tomates sobre la mesa y salió corriendo antes de que la pudiesen retener.
          El párroco no era corriente verlo por el pueblo puesto que llevaba las iglesias de varios pueblos al mismo tiempo ya que eran todos de muy pequeña cuantía de habitantes. Todos decían que D. Roberto era un Santo, no tenía tiempo para nada y si mucho trabajo pues había de desplazarse en bicicleta de pueblo en pueblo y no solo dar la Santa misa, también debía dar consuelo a los enfermos, celebrar bodas, bautizos, comuniones y no olvidemos celebrar los funerales de los paisanos que fallecían y había días que tenía que celebrar dos o tres pues la población era de muy avanzada edad.
          Cuando Maruja salió de aquella casa como alma que lleva el diablo, corrió a su casa a contárselo a su madre. Esta asombrada, le dijo que no habría visto bien, como iba a ser aquella barbaridad, estarían calentándose al amor de la lumbre, pero Maruja, sabía bien lo que había visto. Salió de su casa y marchó corriendo a juntarse con sus amigas a la orilla del rio. Aunque era cierto que las lumbres bajas estaban encendidas, puesto que era la única manera de guisar sobre unas trébedes, calentarse en aquel tiempo no era posible pues frio no hacía ninguno.
          Al llegar junto a sus amigas, claro está que no fue capaz de guardar el secreto. Se lo contó con todo lujo de detalles y en muy poco espacio de tiempo todo el pueblo sabía de las andanzas de doña Remedios con don Roberto. Nadie la dijo nada, simplemente cuando hablaban con ella se miraban unas a otras y había sonrisas. Ella tampoco hizo ningún comentario.
          Un día hablando con las vecinas una de ellas le dijo, Doña Remedios parece que está usted más gordita, entonces ella echándose a llorar, les contó una milonga que naturalmente ninguna se creyó. Había ido a visitarla un tío suyo al que hacía mucho que no veía. En sus tiempos jóvenes, habían estado enamorados y sin saber cómo, habían tenido un momento de recuerdos y un desliz de cama, ella nunca había tenido relaciones por lo que nunca pensó que de una sola vez podría haber quedado embarazada.
          Cuando dio a luz, Don Roberto muy solicito se comprometió a ayudarla en todo lo que pudiese, claro está que en ningún momento se pronunció como padre de la criatura. Es por eso que, en el pueblo al niño, siempre se le conoció como el sobrino del cura.

                              PILAR MORENO   27 diciembre 2017